Domingo XXVI del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.  

 

ü Lecturas:

o   Profeta Ezequiel 18, 25-28

o   Carta de san Pablo a los Filipenses 2, 1-11

o   Mateo 21, 28-32

 

ü El argumento  de la parábola que la liturgia  de hoy propone a nuestra consideración es muy simple: un padre que pide a sus dos hijos que colaboren en las tareas propias del  negocio familiar. La respuesta diferente de los hijos es motivo de reflexión porque muestra que los seres humanos tenemos incoherencias o desajustes entre lo que decimos y lo que hacemos, entre las intenciones que manifestamos y las realizaciones concretas; en los diversos ámbitos de la actividad diaria – en la familia, en el lugar de trabajo – encontramos dos comportamientos claramente diferenciados:

o   Por una parte, están aquellos que dan respuesta positiva a la solicitud o invitación que se les hace, pero finalmente no salen con nada.

o   Y también están aquellos que expresan un rechazo inicial, pero a la postre hacen el trabajo solicitado o prestan el servicio.

 

ü Los invito a que  profundicemos en las motivaciones que conducen a estas dos maneras de comportarse, en las que las intenciones y las acciones no concuerdan; en un primer momento, hagámoslo en una perspectiva puramente humana, para después hacerlo desde la perspectiva de la fe.

 

ü En primer lugar, exploremos el mundo de los que inicialmente expresan la intención de hacer algo o de colaborar en una actividad particular, pero finalmente permanecen con los brazos cruzados. ¿Por qué actúan de esa manera?

o   Algunos se comportan así porque quieren quedar bien y proyectar una imagen positiva, aunque después no haya resultados para mostrar. Quiero ilustrar esto con un ejemplo: Cuando se organizan actividades para recoger fondos con destino a una obra filantrópica, algunas personas naturales o jurídicas anuncian, con bombos y platillos, su millonaria donación; pero cuando se va a hacer efectiva la donación ¡el cheque no tiene fondos!

o   Otros tienen la intención de participar, pero la pereza termina venciéndolos; su fuerza de voluntad es débil y siempre encuentran alguna disculpa (el clima, algún malestar pasajero, acompañar a los abuelos, etc.) Su entusiasmo inicial dura poco.

o   Finalmente, están aquellos que desisten de la decisión tomada al darse cuenta de las implicaciones  que tiene y de las incomodidades que deben asumir.

o   Estos son algunos de los motivos que conducen a no hacer la actividad  a la que inicialmente  se habían comprometido.

 

ü Ahora los invito a explorar el mundo de los que expresan un rechazo inicial pero, finalmente, hacen la tarea. ¿Qué motivos los llevan a cambiar?

o   Unos superan el rechazo por temor a las consecuencias; temen que su negativa pueda causar daños económicos o el deterioro de una relación que se quiere conservar en los mejores términos; por eso terminan haciendo lo que el otro les había pedido.

o   Hay quienes cambian el NO inicial en razón del compromiso afectivo que existe con la otra persona. Ven que los lazos afectivos existentes no permiten negarse a colaborar.

o   Finalmente, hay quienes superan el bloqueo que los llevó a dar respuesta negativa movidos por los valores éticos; perciben la importancia que tendrá su aporte y, por sentido de la responsabilidad, hacen la tarea.

 

ü Hasta el momento hemos analizado, desde una óptica puramente humana,  las inconsistencias de los seres humanos que unas veces decimos “NO PERO SÍ”, y otras veces decimos “SÍ PERO NO”…

 

ü ¿Qué lectura podemos hacer desde la fe? La pregunta que aparece en la parábola de hoy es muy ilustrativa: “¿Cuál de los dos hijos hizo la voluntad de su padre? Ellos respondieron: Pues el primero (es decir, el que inicialmente se negó a trabajar en el campo, pero finalmente lo hizo)”. Lo que el relato evangélico subraya es el cambio en el comportamiento del hijo, su arrepentimiento.

 

ü Los seres humanos somos inestables y muchas veces tomamos decisiones equivocadas motivados por las simpatías o antipatías, por las filias o las fobias. Así somos. Lo importante es tener la honestidad de reconocer nuestros errores e introducir los ajustes que sean necesarios; en el mundo empresarial, los ajustes o cambios de rumbo son  resultado de la evaluación continua que se va haciendo de las cifras de la organización; en los seguidores de Jesucristo, los ajustes o cambios de rumbo tienen un significado teológico muy hondo, pues hablamos de conversión.

 

ü Teniendo como telón de fondo esta parábola de los dos hijos a quienes su padre invita a trabajar en el cultivo familiar, pidámosle a Dios que nos ayude a ser coherentes entre las buenas intenciones que manifestamos de palabra y lo que realmente hacemos;  pidamos la humildad para reconocer las decisiones equivocadas que hayamos tomado y que tengamos el valor de cambiar. En pocas palabras, pidamos la gracia  de la conversión que tanto necesitamos.