Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
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Lecturas:
o
Profeta Isaías 45,
1. 4-6
o
I Carta de san
Pablo a los Tesalonicenses 1, 1-5b
o
Mateo 22, 15-21
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El evangelio de
hoy nos plantea un tema de gran actualidad, como es el de las relaciones entre
los valores ético-religiosos y el mundo de la política. La historia
nos muestra los resultados negativos de querer imponer una dimensión
sobre la otra. Cuando se impone lo religioso con sus valoraciones éticas de la
sociedad, se cae en las diversas expresiones del fundamentalismo, que es muy
peligroso porque atropella los derechos humanos fundamentales; y cuando se
afirma la total autonomía del orden político, se puede caer en un laicismo
agresivo que sesga las orientaciones
educativas y la organización familiar.
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Vayamos al texto
que nos propone el evangelista Mateo:
o
Unos fariseos le
preguntan a Jesús: “Dinos qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al
César?”. El evangelista desenmascara las verdaderas intenciones de quienes
interrogaban a Jesús; no se trataba de una duda sobre el pago de los impuestos;
lo que buscaban eran encontrar argumentos para acusarlo ante las autoridades.
o
Recordemos que
Roma era la potencia ocupante de Palestina; así, pues, cualquier crítica contra
la autoridad romana podía considerarse como subversiva.
o
La pregunta
venenosa de los fariseos no solo tenía implicaciones políticas sino también
religiosas, pues el emperador romano se había autoproclamado dios, y en las
colonias del Imperio proliferaban las estatuas y templos en donde se ofrecían
sacrificios a esta divinidad autoproclamada.
o
Por eso cualquier
crítica al emperador tenía consecuencias políticas y religiosas; de ahí la
delicada situación en que se encontraba Jesús.
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El Maestro superó
la trampa con una pasmosa habilidad al pedir prestada una moneda: “¿De quién es
esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: del César. Y Jesús concluyó:
Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
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Les propongo que,
antes de avanzar en este interesante asunto de la relación entre la religión y
la política, vayamos a la primera lectura, donde encontraremos elementos que
enriquecerán nuestra reflexión.
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El personaje
central de este texto es Ciro, rey de Persia, que reinó en el siglo VI AC, quien
conquistó enormes territorios; entre sus conquistas podemos mencionar la ciudad
de Babilonia y los territorios de Palestina.
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Aunque el rey Ciro
adoraba a otros dioses, son notables las palabras que sobre él encontramos en la
Biblia: “Te llamé por tu nombre y te di un título de honor, aunque tú no me
conocieras. Te hago poderoso, aunque tú no me conoces, para que todos sepan, de
Oriente a Occidente, que no hay otro Dios fuera de mí”.
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¿A qué se deben
estas palabras tan elogiosas? Ciro fue profundamente respetuoso de las
costumbres y creencias de los pueblos sometidos. Cuando conquistó Babilonia,
permitió que los judíos que se encontraban allí en cautividad regresaran a su
tierra y emprendieran la reconstrucción del Templo de Jerusalén. La tolerancia
religiosa fue el rasgo que explica el destacado lugar de este rey extranjero en
la historia de Israel.
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Al unir estas dos
lecturas – el relato sobre Ciro rey de los persas y el de la pregunta tramposa
sobre el pago de los impuestos al emperador romano, -, la liturgia nos ofrece
una pista muy interesante sobre la relación entre religión y política, y la
clave de lectura es la tolerancia que reconoce las diferencias.
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El Concilio
Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, ofrece elementos muy
ricos sobre el diálogo de la Iglesia con los diversos actores sociales.
Deberíamos releer estos textos que conservan su frescura y actualidad:
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Lo primero que
debemos hacer es aceptar
la desconfianza y prejuicios seculares que han envenenado estas
relaciones; si repasamos la historia de Colombia en la segunda mitad del siglo
XIX y en la primera mitad del siglo XX, evidenciaremos
relaciones tormentosas y dolorosos
desencuentros.
o
En segundo lugar,
hay que superar la mentalidad
hegemónica que busca imponer y someter al otro que piensa distinto, al que
considera un antagonista que debe ser vencido.
o
En tercer lugar,
hay que respetar las áreas de
competencia de cada uno de los actores sociales. El Concilio Vaticano II afirma,
de manera contundente, la legítima autonomía de las realidades terrenas.
o
En cuarto lugar,
el reconocimiento de las respectivas autonomías no debe conducir a la
incomunicación; es necesario que los diversos colectivos sociales dialoguen para
encontrar soluciones integrales a los complejos problemas del país.
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La sabia sentencia
de Jesús – “Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”
– y la referencia a Ciro rey de los persas, reconocido por su tolerancia y
respeto al pluralismo de culturas y religiones, es un llamado a sentarse a
dialogar con espíritu abierto.
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De ahí la enorme
importancia de trabajar en la apropiación de una ética civil o ciudadana, que
nos permita acuerdos básicos alrededor del reconocimiento de la dignidad sagrada
del ser humano, más allá de las diferencias políticas, filosóficas y religiosas.
Tolerancia y respeto a la diversidad son los grandes mensajes de la liturgia de
este domingo.