III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

  ü  Lecturas:

o   Jonás 3, 1-5. 10

o   I Carta de san Pablo a los Corintios 7, 29-31

o   Marcos 1, 14-20

 

ü En las primeras etapas de su vida apostólica, Jesús selecciona a los miembros de su equipo  de colaboradores, los doce apóstoles. No estamos frente a una decisión simplemente operativa, sino ante algo que reviste profunda significación teológica: la historia de la salvación es la acción de Dios en la comunidad; no se trata, pues, del protagonismo de los individuos sino de un camino que se hace como pueblo de Dios; en el Antiguo Testamento el pueblo de Dios se identificaba con la pertenencia a Israel; Cristo resucitado se manifiesta a todas las naciones, siendo la universalidad la característica del nuevo Pueblo de Dios que es la Iglesia. La escogencia de los primeros discípulos es el comienzo de ese nuevo Pueblo de Dios. 

ü Este equipo de colaboradores deberá asumir unas tareas importantísimas:

o   ¿Qué habríamos  dicho si hubiéramos sido consultados sobre el perfil y las competencias de ellos? Muy probablemente hubiéramos definido un perfil que tuviera en cuenta una sólida formación  religiosa, un conocimiento  profundo de las tradiciones de Israel, conducta intachable, compromiso de fe, destrezas para la comunicación y las relaciones interpersonales.

o   Este perfil trazado por nosotros, dentro de una lógica de la eficiencia, ciertamente habría sido rechazado por Jesús, quien escogió a hombres rudos dedicados a la pesca; ahora bien, eran  profundamente religiosos, honestos y generosos. Tenían todo el potencial para ser formados; eran tierra fértil donde germinaría la semilla de las enseñanzas de Jesús.

o   La construcción del Reino de Dios tiene una lógica diferente a la lógica de las empresas humanas, y su éxito no se mide con indicadores cuantitativos. 

ü Veamos ahora cuál fue la metodología que siguió para hacer la selección:

o   Nos dice el evangelista Marcos: “Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano Andrés, echando las redes en el lago. Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan,  hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes”. Vemos, pues, que Jesús no abrió una convocatoria  ni estudió hojas de vida; su método de selección fue el encuentro personal que le permitió valorar a estos personajes.

o   El texto de Marcos es de una gran sobriedad, y no nos ofrece detalles del encuentro; sólo nos permite conocer el resultado final; ahora bien, legítimamente podemos suponer que hubo un saludo inicial, unos comentarios generales sobre la actividad pesquera que ellos realizaban y Jesús, con el tacto que lo caracterizaba, debió introducir temas relacionados con la experiencia religiosa de estos pescadores, de manera que expresaran sus valores y actitudes profundas. Y como consecuencia de la “química” favorable que se estableció entre Jesús y las dos parejas de hermanos, les formuló una  propuesta. 

ü ¿A qué los invita Jesús? Los invita a compartir su proyecto, que es presentado a través de un lenguaje que les era familiar: “Haré de ustedes pescadores de hombres”. En estas palabras identificamos dos características: por una parte, es algo claro y sencillo; por otra parte, se trata de una invitación que los  transformará para siempre no solo a ellos sino  a millones de seguidores de Jesús a lo largo de la historia. 

ü El evangelista Marcos nos relata las conclusiones de estos dos encuentros:

o   En el caso de Simón y Andrés, nos dice que “inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”

o   En cuanto a Santiago y Juan, nos dice que “los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús”.

o   El texto del evangelista Marcos deja constancia del impacto que ejerció Jesús sobre estas dos parejas de hermanos, quienes  dieron una respuesta incondicional a la invitación que acababan de escuchar. 

ü ¿Qué mensaje concreto podemos extraer quienes participamos en esta eucaristía dominical?

o   El camino de la fe es una respuesta confiada e incondicional a una iniciativa del amor de Dios, que nos llama a compartir su vida y nos ha constituido, en Cristo, como hijos suyos. El SÍ que pronuncia el creyente no es algo abstracto sino que se concreta en el proyecto de vida, teniendo muy claro que no existe un formato único para seguir a Jesús.

o   El Espíritu Santo suscita carismas y vocaciones muy diversas, y son innumerables las posibilidades de servir a Dios en los hermanos.

o   De ahí la importancia de favorecer un clima de oración y reflexión que nos permita escuchar la voz de Dios que nos habla a través de los acontecimientos de nuestra historia personal.