Domingo XVI del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   Profeta Jeremías 23, 1-6

o   Carta de san Pablo a los Efesios 2, 13-18

o   Marcos 6, 30-34 

ü A través del evangelio de este domingo podemos descubrir la sensibilidad del corazón de Cristo, quien percibe  intensamente las necesidades de todas aquellas personas que lo buscaban porque esperaban encontrar en Él la salud y la paz interior. Este delicado texto del evangelio de Marcos está precedido por un texto del profeta Jeremías, en el que se contraponen los malos y los buenos pastores de las comunidades. 

ü Después de comprender el sentido general de la liturgia dominical, los invito a que focalicemos nuestra reflexión alrededor de unas expresiones que, a primera vista, suscitan cierta perplejidad; dice el texto de Marcos: “Jesús vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor”. La expresión “se compadeció de ellos” puede tener un cierto sabor negativo pues, con frecuencia, identificamos la compasión con sentir lástima; y para muchas personas, la lástima es la contemplación pasiva y distante del lamentable estado de postración en que se encuentra un ser humano o un animal… 

ü Federico Nietzsche, el filósofo alemán que formuló la peligrosa teoría del super-hombre que sirvió de apoyo ideológico al Nazismo, tiene palabras muy duras sobre la compasión, la cual es descrita como un sentimiento depresivo propio de los débiles y que favorece la perpetuación de la miseria.

ü Para el Cristianismo, la compasión no es un sentimiento que expresa debilidad, pues nos permite sentir de cerca el dolor de los demás y conlleva la firme decisión de luchar por la superación de esos sufrimientos. Por eso la compasión no es un componente de personalidades débiles sino señal de fortaleza de espíritu y de voluntad de cambio. 

ü Sigamos profundizando en el contenido humano y espiritual de la compasión:

o   La compasión se alimenta del deseo de establecer vínculos de comunión con los demás, para así compartir su mundo interior y las dificultades de su entorno. Las personas compasivas están conectadas con sus hermanos; por el contrario, las personas insensibles están encerradas en su pequeño mundo de intereses individuales.

o   Ser compasivo es ponerse en el lugar del otro y desde allí comprender sus necesidades y hacer todo lo posible por ayudar a satisfacerlas. Por eso no todas las personas que dan dinero a obras sociales lo hacen como manifestación de sensibilidad y compasión, pues su interés puede ser obtener reconocimiento social o legitimar un dinero adquirido  por medios ilegales o tranquilizar un sentimiento de culpa…

o   Ser compasivo significa ir hacia aquellas personas que sufren para estar junto a ellas con una presencia cálida. Esta cercanía  se manifiesta en las muchas formas que asumen los Voluntariados, donde personas generosas consagran parte de su tiempo para estar junto a los niños, los indigentes, los enfermos, las madres solteras, etc.

o   Ser compasivo es descubrir al ser humano que sufre y que se oculta detrás de unas apariencias que en ocasiones golpean nuestros sentidos; es verlo en cuanto humano y no simplemente como una estadística o como un caso; nos estremece el dolor del otro porque esas situaciones  particulares de pobreza o de ignorancia o de enfermedad o de abandono eclipsan su dignidad humana y atropellan sus derechos humanos fundamentales.

o   Ser compasivo es buscar activamente la transformación de estas situaciones de sufrimiento. Cuando hablamos de la compasión que animaba  las palabras y las acciones de Jesús, percibimos su fuerza transformadora, pues  no se quedaba en el  sentimiento o en el interés puramente sociológico sino que actuaba devolviendo la vida a la hija de Jairo, curando a la mujer que padecía una hemorragia crónica,  reintegrando  el leproso a la vida social.

o   Ser compasivo es tener una visión optimista de la vida pues creemos que el cambio es posible con la ayuda de Dios y el compromiso de cada uno de nosotros. La compasión cristiana no se nutre de una visión pesimista o fatalista como la que inspira a muchas corrientes filosóficas y religiosas, sino que se alimenta de la esperanza cierta que nos viene del Señor resucitado. 

ü El Dalai Lama, líder espiritual del Budismo, afirma que “la verdadera compasión posee la intensidad y la espontaneidad de una madre cariñosa que sufre por su bebé enfermo. A lo largo del día, todos los actos y pensamientos de la madre giran en torno a su preocupación por el niño. Esta es la actitud que deseamos cultivar hacia todo ser viviente”. 

ü Hemos profundizado en la riqueza humana y espiritual de la compasión. Esto nos permite conocer mejor el corazón de Cristo, quien – como nos lo dice el evangelista Marcos – “sintió compasión de la multitud”. La compasión del corazón de Cristo es comunión con las luchas y esfuerzos de la humanidad; es encarnarse para compartir nuestra condición; es  caminar con los excluidos de la tierra que son seres anónimos para el Estado y para las grandes empresas, pero para Jesús son los predilectos del Padre; el corazón compasivo de Jesús lo llevó a la cruz para que, mediante su Pascua, fuéramos una humanidad nueva.