Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
ü
Lecturas:
o
Profeta Isaías 35,
4-7
o
Carta del apóstol
Santiago 2, 1-5
o
Marcos 7, 31-37
ü La liturgia de este domingo recuerda a la comunidad cristiana, reunida alrededor de la Palabra y del Pan de Vida, cuál ha sido la dinámica que ha tenido la automanifestación de Dios a la humanidad, que se ha desarrollado en dos grandes capítulos: la promesa de salvación, y la realización de la promesa en Jesucristo. Esta es, pues, la arquitectura de la liturgia de hoy. Ahora los invito a profundizar en cada uno de estos capítulos o momentos.
ü
Empecemos por el
texto del profeta Isaías:
o
El profeta se
dirige a aquellos miembros de su comunidad que se sentían
inseguros y vacilantes: “¡Ánimo, no
tengan miedo! ¡Aquí está su Dios para salvarlos!”. Isaías era un líder que,
dotado de una sabiduría especial que Dios le había concedido, ayudaba a los
suyos a descubrir la presencia de Dios en los hechos cotidianos, y los
acompañaba en el discernimiento para hallar su voluntad.
o
Sus palabras
irradian seguridad; y esta seguridad no se apoya en razones puramente humanas
como son la fuerza militar o el músculo financiero, sino que está cimentada en
la fe: “¡Aquí está su Dios para salvarlos!”
o
Para que el pueblo
entienda que Dios está presente en su vida para transformarla, utiliza imágenes
que expresan con claridad la fuerza transformante de la acción de Dios; se
refiere a los tiempos nuevos que inaugurará el Mesías: “Entonces los ciegos
verán y los sordos oirán; los lisiados saltarán como venados y los mudos
gritarán”.
ü
No podemos hacer
una lectura simplista de estas palabras del profeta, como si estuviera
prometiendo a sus contemporáneos que en los tiempos mesiánicos desaparecerían
estas enfermedades que tanto limitan la calidad de vida de los seres humanos. El
profeta Isaías no está haciendo
promesas sobre tratamientos extraordinarios que erradicarán estas enfermedades.
ü
Él no habla de
medicina y no se refiere a temas de
salud; habla como hombre de fe que anuncia a su pueblo que llegará un momento en
el que la salvación irrumpirá con
tal fuerza, que se transformará la historia, y la humanidad descubrirá
horizontes nuevos. La novedad que anuncia el profeta no se refiere a la salud
física, sino a la vitalidad de una nueva creación que se producirá en lo
profundo de los corazones.
ü
Lo que el profeta
Isaías presenta como una promesa de futuro y que hemos escuchado en la primera
lectura, el evangelista Marcos lo testimonia como un hecho cumplido. En su
predicación y en sus gestos milagrosos, Jesús hace presente la nueva creación;
testimonio de esto es la curación del hombre sordo y tartamudo.
ü
La intervención
extraordinaria de Jesús cambió la vida de este hombre, que había padecido graves
limitaciones en su capacidad de comunicación con las personas que lo rodeaban.
Por eso, él y todos los que lo conocían divulgaban este milagro, a pesar de la
prohibición expresa que les había hecho el Maestro.
ü
Después de leer
estos dos textos, del profeta Isaías y del evangelista Marcos, ¿qué resonancia
tienen en nuestro interior? Los invito a que oremos a Dios con el fin
de que también nosotros podamos superar las graves limitaciones que nos
impiden comunicarnos adecuadamente:
o
Empecemos por
reconocer las deficiencias en nuestra comunicación con Dios, que es la más
importante de todas; no somos capaces de escuchar su voz porque vivimos inmersos
en el ruido y las distracciones. Para superar esta distancia, los invito a que
cada día dediquemos unos minutos a dar gracias a Dios por los beneficios
recibidos, pedirle que nos acompañe a lo largo de la jornada y nos proteja de
los males y peligros que nos acechan.
o
Reflexionemos
sobre las comunicaciones con los miembros de la familia. Con frecuencia, no
existe un diálogo respetuoso y abierto entre las parejas, y entre los padres y
los hijos, lo cual hace que la convivencia diaria sea un infierno. Pidámosle al
Señor que nos abra los oídos y nos destrabe la lengua para poder conversar con
paz sobre los asuntos que interesan a los miembros del núcleo familiar.
o
No sólo hay
incomunicación con Dios y entre los miembros de las familias; también hay
bloqueos en las comunicaciones entre los actores sociales. En nuestro país, las
injusticias y la violencia crónica que
hemos padecido durante décadas hacen muy difíciles las comunicaciones entre los
diversos colectivos sociales. Tenemos que reconocer que la única forma de
avanzar hacia la paz es sentarse a negociar las condiciones de un país
diferente; y para ello es necesario haber definido antes
unas reglas de juego, una metodología, haber aprendido las lecciones de
los intentos fallidos de diálogo en el pasado y tener unos acompañantes externos
que no dejen que el proceso se
descarrille.
ü
En esta eucaristía
dominical pidámosle al Señor que se obre en nuestro país el milagro que cambió
la vida del sordo y tartamudo; necesitamos
que Jesús pronuncie de nuevo la palabra milagrosa:
¡Ábrete!,
de manera que se abran los oídos para escuchar palabras de paz y
reconciliación, y podamos diseñar juntos el futuro del país.