Domingo I de Adviento, Ciclo A
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
Vivamos en
familia los preparativos de la Navidad
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Lecturas:
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Profeta Baruc
5, 1-9
o
Carta de san
Pablo a los Filipenses 1, 4-6. 8-11
o
Lucas 3, 1-6
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Las lecturas
bíblicas que la liturgia nos propone en este tiempo de Adviento van creando el
clima espiritual para celebrar en la fe el nacimiento del Señor. Los textos
seleccionados nos invitan a profundizar en las experiencias espirituales vividas
por el pueblo de Israel – lecturas del Antiguo Testamento -, y por la comunidad
apostólica – lecturas del Nuevo Testamento -, a través de las cuales van
descubriendo la acción de Dios en la historia.
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El Salmo 125 y
el relato del profeta Baruc, que acabamos de escuchar, expresan los sentimientos
de alegría del pueblo de Israel, después de haber vivido la pesadilla del
cautiverio de Babilonia y poder regresar a la tierra de sus mayores:
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El Salmo dice:
“Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no
cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar”. La
alegría contagiosa del salmista va mucho más allá de los sentimientos naturales
de un exiliado que regresa a casa. El salmista manifiesta la inmensa felicidad
de reencontrarse con su historia, sus tradiciones, sus prácticas religiosas
libres de toda coacción política.
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El profeta
Baruc expresa sentimientos semejantes: “Jerusalén, despójate de tus vestidos de
luto y aflicción, y vístete para siempre con el esplendor de la gloria que Dios
te da. Levanta los ojos y contempla a tus hijos; salieron a pie, llevados por
los enemigos; pero Dios te los devuelve llenos de gloria, como príncipes
reales”.
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Estos dos
textos del Antiguo Testamento expresan el tránsito de la esclavitud a la
liberación, de las lágrimas a los cantos de alegría. Ahora bien, ¿qué relación
existe entre el contenido de estas lecturas y el tiempo de Adviento? ¿Cuál es el
propósito de la liturgia al presentarlas a la meditación de los fieles este II
domingo de Adviento?
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Esta
referencia al regreso de la cautividad de Babilonia prepara espiritualmente a la
comunidad cristiana para que celebre el nacimiento del Señor como la suprema
liberación de la humanidad. Cristo liberador nos permite pasar del pecado a la
libertad que otorga la gracia, del temor que experimenta el prisionero a la
alegría del hijo que se siente amado y acogido por su padre.
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En estas
semanas de Adviento tomemos conciencia de todas las ataduras que nos amarran, de
todos los condicionamientos que nos impiden avanzar por el camino del
crecimiento interior. A los israelitas de las lecturas que acabamos de escuchar
los habían deportado y explotado los ejércitos de Babilonia; a nosotros nos
esclavizan nuestras adicciones, la envidia, la ambición desbordada, el egoísmo.
Necesitamos que el Señor nos dé la fuerza interior para superar tantas amarras y
acoger su invitación.
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Este es el
mensaje que nos transmite el evangelista Lucas, cuando nos habla de la
predicación de Juan Bautista, cuya misión era preparar el camino del Señor.
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Los invito a
vivir los preparativos de estas fiestas en familia,
para que así nuestros hogares vivan en
profundidad el misterio de la encarnación del Hijo Eterno del Padre, que nos
proporciona una lectura totalmente diferente de los valores esenciales de la
vida; la felicidad no se encuentra en las apariencias sino en las realidades
sencillas que se comparten con amor y generosidad.