Domingo II del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

La vida cristiana como la fiesta del amor

 

ü Lecturas:

o   Profeta Isaías 62, 1-15

o   I Carta de san Pablo a los Corintios 12, 4-11

o   Juan 2, 1-11 

ü La liturgia de este domingo gira alrededor de la imagen de una boda. El profeta Isaías utiliza el símil del matrimonio para explicar la relación entre Iahvé con el pueblo elegido; y el evangelio de san Juan nos muestra a Jesús, que participa, junto con María, en la celebración de una boda. 

ü Antes de explicar el sentido teológico de esos textos, es útil que nos preguntemos por el sentido humano de esta fiesta. ¿Cuáles son las vivencias y sentimientos que usualmente relacionamos con la celebración de un matrimonio? En todas las culturas, esta fiesta se asocia con el amor de un hombre y una mujer que quieren construir un hogar, motivados por el amor que se tienen; la celebración de una boda también se asocia con la alegría de familiares y amigos que se solidarizan con el amor de esa pareja; es igualmente sinónimo de fiesta, música, brindis por la felicidad del nuevo hogar, excelente comida y bebidas que deleitan el paladar. Culturalmente, estas son las vivencias más frecuentes cuando hablamos de la celebración de una boda.  

ü Después de estos comentarios sobre el significado de una boda, vayamos  al texto del profeta Isaías, quien escribe: “El Señor se ha complacido en ti y se ha desposado con tu tierra. Como un joven se desposa con una doncella, se desposará contigo tu hacedor; como el esposo se alegra con la esposa, así se alegrará tu Dios contigo”

ü En diversos momentos, los libros del Antiguo Testamento utilizan la imagen de la vida matrimonial para transmitir  la solidez y la intensidad de  la relación entre Dios y el pueblo de Israel. Por una parte, esto significa un altísimo reconocimiento de la riqueza y sublimidad de la relación de pareja, la cual ocupa un lugar central dentro del plan de Dios. Y, por otra parte, la imagen del matrimonio ayuda a comprender que esta alianza o pacto especialísimo exige fidelidad, exclusividad y que la comunidad debe ser fecunda en obras de justicia y solidaridad. 

ü El lenguaje emotivo que utiliza el profeta Isaías también nos comunica que la experiencia religiosa debe vivirse de manera alegre y entusiasta, como se celebra una fiesta de matrimonio. A este propósito, es interesante comentar lo siguiente; en nuestro trabajo pastoral,  los sacerdotes encontramos diversas modalidades  de vivir el Cristianismo:

o   Hay creyentes que viven su fe con alegría y que encuentran en la oración y en los sacramentos la fuerza para sacar adelante sus proyectos personales y familiares.

o   Y también  encontramos personas que viven su fe de manera sombría, atormentadas por  sentimientos de culpa, sintiéndose continuamente amenazadas por la imagen de un Dios despótico y distante. Esta vivencia negativa  y enfermiza de Dios y de la religión es el resultado de una desafortunada formación religiosa y de experiencias  traumáticas. 

ü Vayamos  ahora al texto del evangelista Juan, que nos muestra a Jesús y a María, quienes han sido invitados a la celebración de la boda de una pareja que es cercana a su familia. La presencia de ellos es un reconocimiento importantísimo de la dignidad del matrimonio y del valor del amor de la pareja. Esta página evangélica es profundamente humana, pues Jesús y María comparten las ilusiones de estos jóvenes y se unen a las expresiones de alegría de familiares y amigos. 

ü María, con su aguda sensibilidad femenina, se da cuenta de que algo está fallando en la fiesta; los anfitriones están nerviosos porque se han agotado las existencias de vino. Situaciones como esta las  hemos vivido en  nuestras familias cuando aparecen más comensales de los que esperábamos. 

ü María no asume el rol pasivo de la invitada que se da cuenta de la preocupación de los anfitriones, pero se abstiene de intervenir. Ella sabe muy bien que hay una solución para esta situación. Actúa con gran discreción; le dice  su hijo: “Ya no tienen vino”. A este comentario, Jesús responde: “Mujer, ¿qué  podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”.  

ü María no se desconcierta por esta respuesta y, como tiene muy claro su objetivo, sigue adelante: “Hagan lo que Él les diga”. Por solicitud de su madre, Jesús convirtió seis tinajas de agua en el mejor vino. Este fue el primer milagro que realizó Jesús. 

ü Las lecturas de hoy, articuladas alrededor de la imagen de una boda, nos presentan una visión alegre, positiva y amable de la relación con Dios y de la experiencia religiosa. Acerquémonos confiados a este Dios que se manifiesta en los textos del profeta Isaías lleno de amor y deseoso de establecer un pacto muy especial con la    humanidad. Acerquémonos confiados a María; contémosle  nuestras preocupaciones y necesidades para que ellas interceda por nosotros ante su Hijo.