Domingo XIX del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

ü    Lecturas:

o       I Libro de los Reyes 19, 9.11.13

o       Carta de San Pablo a los Romanos 9, 1-5

o       Mateo 14, 22-33

 

ü     Esta página del evangelio de San Mateo está cargada de simbolismo. La descripción de los estados de ánimo de los discípulos y de Pedro, que se encontraban en una barca zarandeada por las olas en medio de la oscuridad, nos permite conocer la dimensión humana de estos seres tan importantes para la vida de la Iglesia. Fueron personas como nosotros, que soñaron, que se desanimaron, que se sintieron solas, que tuvieron miedo, que dudaron. Dios nos acepta como somos, con nuestras fortalezas y debilidades.

 

ü     Jesús, caminando sobre las aguas, se acerca a los asustados discípulos y les dice: “¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!” Estas mismas palabras las dice Jesús a cada uno de nosotros: “¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!”

 

ü     En este relato de San Mateo encontramos tres personajes: Jesús, los discípulos y Pedro. Analicemos brevemente las palabras y los comportamientos de cada uno de ellos.

 

ü     Empecemos por Jesús:

o       Él ha tenido una jornada agobiadora: la multitud lo ha asediado con sus peticiones; ha enseñado en qué consiste su propuesta de construir un orden nuevo sobre la justicia y el amor; ha mostrado una particular sensibilidad con los enfermos, a quienes ha curado de sus enfermedades; y, como si lo anterior no fuera suficiente, ha dado de comer a una multitud de más de cinco mil personas. Ciertamente ha tenido una jornada intensa, agotadora.

o       ¿Cómo concluye Jesús esta jornada apostólica? El texto nos dice que “después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo”

o       Para Jesús la oración, como comunicación íntima con el Padre, lo era todo. En ella recuperaba la armonía interior en medio de las tremendas presiones que debía soportar.

o       Nosotros deberíamos seguir el ejemplo de Jesús y crear espacios de silencio en los que podamos encontrarnos con nosotros mismos, establecer la comunión con la naturaleza, comunicarnos con el buen Dios.

 

ü    Pasemos ahora a los discípulos:

o       Nos dice el texto que mientras Jesús hacía oración en el monte, “la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario”

o       La situación era complicada pues estaban solos, en medio de la oscuridad, a merced de las olas amenazadoras.

o       Dicen los comentaristas que el evangelista Mateo quiere representar, mediante la imagen de la barca, los conflictos que sacudían a las primeras comunidades; el oleaje y los vientos encontrados simbolizan el ambiente hostil que tenían que afrontar los primeros cristianos así como las tensiones internas que inevitablemente se presentaban dentro de los grupos.

o       En medio de esta situación crítica Jesús se les acerca pero no lo reconocen. “Viéndolo andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma”

o       Si los discípulos, que habían vivido tan cerca de Jesús experimentaron estos sentimientos de abandono y temor, ¿qué podemos decir nosotros? Es natural que en ocasiones nos sintamos perdidos, asustados, lejos de Dios...

o       Cuando Jesús percibe los sentimientos de sus amigos, les dice: “¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!” Es importante que interioricemos estas palabras de Jesús, las cuales disipan nuestra ansiedad y nos ayudan a recuperar la paz interior.

 

ü     Finalmente, concentremos nuestra atención en el tercer personaje; se trata de Pedro:

o       Como es frecuente en él, su intervención es impulsiva: “Si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua”. En esta propuesta está pintado Pedro, el de las reacciones primarias.

o       En pocos segundos, Pedro pasa de la confianza a la duda, de la seguridad miedo: “Sálvame que me ahogo”.

o       Jesús le tiende la mano y le llama la atención: “¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?”

 

ü     En este relato simbólico que nos muestra a Jesús que camina sobre las aguas, el evangelista describe situaciones y sentimientos que parecen copiados de nuestras historias personales:

o       Hay días en que nos levantamos llenos de optimismo, con energía, con fuerzas para superar todos los obstáculos que se presenten.

o       Pero hay otros días en que nos sentimos con las “pilas descargadas” y nos  aplastan los problemas más simples.

o       El poeta colombiano Porfirio Barba Jacob expresa hermosamente estas fluctuaciones del corazón humano:

 

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,

como las leves briznas al viento y al azar...

Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonría...

La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar...

 

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...

-¡niñez en el crepúsculo! ¡lagunas de zafir!-

que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,

¡y hasta las propias penas! nos hacen sonreír...

 

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,

como en las noches lúgubres el llanto del pinar:

el alma gime entonces bajo el dolor del mundo,

y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

 

ü     Al terminar esta meditación dominical nos debe quedar un mensaje de confianza: Que en medio de las preocupaciones de la vida, cuando sentimos que nos hundimos en medio de los problemas, escuchemos las palabras de Jesús: “¡Ánimo, soy yo, no tengas miedo!”, que sintamos la mano de Jesús que  nos sostiene, como lo hizo con Pedro, para que no nos hundamos.