Domingo XXII del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

ü     Lecturas:

o       Deuteronomio 4, 1-2. 6-8

o       Carta del apóstol Santiago 1, 17-18. 21b-22. 27

o       Marcos 7, 1-8. 14-15.21-23

 

ü     El tesoro que más apreciamos es la libertad. Luchamos para defenderla; estamos dispuestos a sacrificar el bienestar que nos proporcionan los bienes materiales con tal de ser libres. De ahí la maldad intrínseca del secuestro, que despoja a los seres humanos de su bien más preciado y los convierte en mercancía que se negocia por dinero o para lograr  beneficios políticos.

 

ü    Ahora bien, como no vivimos de manera aislada sino dentro de un tejido social, la libertad se ejerce dentro del respeto de las libertades de los otros. Al mismo tiempo que exigimos unos derechos tenemos que respetar unos deberes.

 

ü    La interacción entre la libertad propia y la ajena, y entre los derechos y deberes exige la formulación de unas reglas de juego claras que garanticen la marcha ordenada de la sociedad. Sin normas y sin leyes el mundo sería un caos; las normas y leyes son esenciales  para regular la vida familiar, los negocios, la aplicación de la justicia, las expresiones religiosas.

 

ü     He querido hacer esta breve introducción sobre la necesidad de que existan normas y leyes que regulen las  relaciones sociales con el fin de  ubicar el mensaje que nos proponen las lecturas de este domingo. La primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio, y el evangelio de Marcos nos invitan a reflexionar sobre el sentido de las normas y las leyes en el ámbito religioso.

 

ü     El Deuteronomio se refiere a los mandatos y decretos que Dios ha establecido:

o       Cuando analizamos los contenidos de los diez mandamientos, nos admira la sabiduría que los inspira, así como la concisión de su formulación. Contienen los elementos esenciales para orientar la conducta humana en los diversos campos: la familia, la religión, la economía, la justicia…

o       Por eso Moisés dice al pueblo de Israel que “estos mandatos son nuestra sabiduría y nuestra inteligencia a los ojos de los pueblos”.

o       La violencia enloquecida que se expresa a través del secuestro, del desplazamiento forzado, del maltrato familiar, de los carros – bomba es resultado de no reconocer este código básico de comportamiento, el cual conserva su vigencia después de más de tres mil años de haber sido promulgado.

o       El mundo se hubiera ahorrado la destrucción de dos guerras mundiales, la  amenaza de la bomba atómica, el  horror del holocausto, si ajustáramos nuestro comportamiento a estas diez pautas, tan simples en su texto pero tan decisivas para la convivencia humana.

 

ü    Dejemos atrás el texto de Deuteronomio, que nos muestra el aspecto luminoso de las normas y leyes, y vayamos al texto del evangelista Marcos:

o       En esta página que nos propone la liturgia de hoy aparece el lado oscuro de la ley, cuando las manipulaciones desvirtúan su sentido, y en lugar de ser garantía de humanización se convierte en herramienta de esclavitud.

o       Los fariseos habían desarrollado un cuerpo normativo que regulaba todas las actividades de los miembros de la comunidad. Nada escapaba al imperio de las normas. La vida del israelita estaba absolutamente programada pues la religión le decía qué podía comer, con quiénes podía tratar y a quiénes debía evitar, cómo debía orar, cómo debía interactuar con su familia. El sistema normativo impuesto por los fariseos era absolutamente asfixiante. La mayor preocupación era el cumplimiento exacto de estas normas, y la calidad humana, religiosa y ética de las personas se medía por el cumplimiento literal de estas imposiciones.

o       Esto nos permite comprender por qué Jesús retoma las duras palabras del profeta Isaías: “este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; el culto que me dan está vacío”.

o       La religión judía  había detallado que comportamientos hacían impuros a los fieles impidiéndoles participar en las actividades religiosas y sociales. Es importante   saber que el concepto de “impureza” nada tenía que ver con el comportamiento ético de las personas. Para los fariseos, la fidelidad a Dios  consistía en lavarse las manos, preparar los alimentos de determinada manera y cumplir con una serie de formalismos. Se creían salvados porque cumplían con estas prescripciones sin importar si eran justos o si eran capaces de reconciliarse con las personas con las que habían tenido diferencias.

o       Por eso Jesús les dice: “Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón, salen los malos propósitos, los robos, los homicidios, etc.”

o       Jesús denuncia una falsa religión que cree que la relación con Dios pasa a través del cumplimiento de unos ritos vacíos, que no significan nada, y de la observancia de unas normas que agobian.

 

ü     Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Iluminados por los textos del Deuteronomio y del evangelista Marcos, hemos tomado conciencia de la importancia que reviste el cumplimiento de los mandamientos para poder construir un tejido social en el que se respeten los derechos humanos fundamentales. Igualmente hemos tomado conciencia de los peligros de manipular las normas convirtiéndolas en instrumento de esclavitud. Los fariseos ahogaron las posibilidades de una auténtica espiritualidad sepultándola debajo de una avalancha de preceptos inhumanos.