Domingo XXVI del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

ü     En la primera lectura, tomada del profeta Amós, encontramos unas expresiones fuertes, que denuncian la vida de derroche de los contemporáneos del profeta.

 

ü     Vale la pena que nos preguntemos quién fue este personaje que habló tan crudamente a los hombres y mujeres de su tiempo:

 

o       Amós vivió en el siglo VIII A.C., y fue un pastor a quien Dios escogió para que despertara la conciencia de su pueblo.

o       El profeta vivió en un momento de prosperidad, cuando el reino del Norte se extendió y fortaleció.

o       Sin embargo, el lujo y los  excesos de los poderosos del reino  eran un insulto para la miseria de muchos.

o       En esa época, el esplendor de las ceremonias religiosas y de los sacrificios ocultaba una vivencia religiosa muy débil, que se alimentaba de las apariencias.

o       Este hombre rudo, que había vivido en el campo apacentando rebaños, condenó en nombre de Dios la vida corrompida de sus conciudadanos, las injusticias sociales y la falsa seguridad de quienes creían que era posible comprar la amistad de Dios con la solemnidad de unos ritos vacíos de contenido y que no conducían a ningún tipo de compromiso.

o       A pesar de que el profeta Amós predicó hace veintinueve siglos, su mensaje contra los excesos y la corrupción continúa vigente.

 

ü     Ciertamente el dinero puede ser usado para bien o para mal:

 

o       Se usa correctamente cuando sirve para adquirir bienes y servicios que permiten llevar una vida digna, cuando se usa para crear empresas y generar nuevos puestos de trabajo, cuando sirve para aliviar el hambre y el dolor de los hermanos.

o       El dinero se usa de manera perversa cuando se convierte en un absoluto, cuando solo se piensa en acumularlo sin reparar en los  medios.

 

ü      A muchas personas, el dinero produce una grave confusión en cuanto a los valores y altera sus patrones de comportamiento. Los invito a que exploremos algunas de esas distorsiones que el dinero produce en amplios segmentos de la sociedad.

 

ü      Hay personas a quienes el dinero les hace creer que están por encima de la ley:

 

o       Estas personas reaccionan duramente cuando el portero o el vigilante les pide que respeten unas normas establecidas que exigen, por ejemplo, la revisión de carteras y maletines.

o       Con altanería se dirigen a esos funcionarios que están cumpliendo con su deber y les dicen: “Ud. no sabe quién soy yo; voy a hacer que lo echen del puesto”; infortunadamente, esta amenaza muchas veces se hace realidad.

 

ü      Hay personas que se sienten autorizadas por su dinero para tratar con desprecio a los empleados; no conocen expresiones tales como: “por favor”, “gracias”. Se comportan como patanes.  Los padres de familia deben vigilar cuidadosamente el comportamiento de sus hijos para que no vayan adquiriendo hábitos que atropellan la dignidad de los empleados.

 

ü      Con frecuencia, las personas adineradas sostienen  conversaciones que son una bofetada para la pobreza de quienes los escuchan: ¿qué podrá sentir un mesero y un caddy, que no tienen con qué pagar las medicinas de su hijo, cuando oyen de millones gastados en la compra de un Rolex o de un bolso Louis Vouitton?

 

ü      Hay familias a las que no les tiembla la mano al firmar el cheque para unas vacaciones “todo incluido” en un resort del Caribe, pero les parece costosísimo  reconocer las prestaciones sociales de la mujer que les arregla la ropa...

 

ü      Con frecuencia pensamos que la salvación y la condenación son asuntos muy lejanos, que se resuelven con  una absolución a toda carrera antes de que nos den la anestesia general o nos apliquen la unción de los enfermos cuando estemos inconscientes para no impresionarnos... Sin embargo, el evangelio de hoy, que tiene como protagonista a un mendigo llamado Lázaro, nos hace puntualizaciones que debemos considerar:

 

o       La salvación y la condenación son realidades que se juegan cada día, en el aquí y en el ahora.

o       Las  distancias sociales injustamente creadas y que observamos pasivamente, se volverán contra nosotros.

o       Por el contrario, el esfuerzo por reducir las distancias y las inequidades que separan a los seres humanos nos acercará a Dios y podremos disfrutar eternamente de su presencia.

o       No podremos encontrar en la otra vida al Dios que negamos en esta vida.

o       El Dios en el que creemos, que se nos ha manifestado en Jesús, se encuentra presente en los hermanos más pequeños, pidiendo justicia.

 

ü      Que el texto del profeta Amós y el impactante relato del mendigo Lázaro susciten una revisión a fondo de nuestro estilo de vida, de nuestro trato, de nuestros gastos, de  nuestra solidaridad con los más pobres.