Domingo XXXI del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

   ü          El texto del evangelio de San Lucas que nos trae la liturgia de hoy es de difícil comprensión. Está escrito en un lenguaje cargado de imágenes violentas; el texto nos habla de guerras y revoluciones, terremotos, epidemias, hambre. Tales imágenes nos remiten al final de los tiempos.

 

ü          Una lectura superficial nos deja con un sabor amargo porque nos sentimos rodeados de amenazas. Sin embargo, una lectura más pausada nos permite descubrir  el mensaje de esperanza y seguridad que nos quiere comunicar el Señor.

 

ü         En medio del estruendo de los acontecimientos, se escuchan frases de confianza y estímulo: “que nada os engañe; no vayáis tras ellos; no tengáis pánico; yo os daré palabras y sabiduría; ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.

 

ü          Los invito a meditar sobre este texto teniendo como clave de lectura, no el final de los tiempos, sino nuestra historia personal. ¿Qué nos quiere decir, aquí y ahora, la palabra de Dios?

 

ü         En el mundo de hoy se levantan voces engañosas que ofrecen  falsas respuestas a los grandes enigmas de la existencia y nos proponen caminos extraños para alcanzar la felicidad.

 

ü          Aprovechando el vacío religioso que existe, han organizando un gran negocio vendiendo libros esotéricos que carecen de todo fundamento filosófico, teológico y científico, y que ofrecen recetas "light" de espiritualidad y de realización personal. Hay todo un mercado persa de amuletos, inciensos, cristales de cuarzo, bebidas, etc., que pretenden devolver la paz a tantos corazones angustiados. Explotando el inmenso dolor que nos produce la muerte de nuestros seres queridos, estos comerciantes de ilusiones ofrecen los servicios de “médium” que dicen servir de intermediarios para comunicarse con los que ya marcharon... Esta cultura de la Nueva Era es pródiga en recetas de una falsa espiritualidad.

 

ü         Jesús nos pone en guardia frente a las ofertas de estos charlatanes: “Cuidado con que nadie os engañe, porque muchos vendrán usando mi nombre”.

 

ü          Busquemos las respuestas a nuestras inquietudes existenciales, no a través de los “médium” ni mediante cuarzos e inciensos, sino en el consejo de personas sabias, en la lectura de obras de autores serios, meditando la Biblia. Allí sí encontraremos la luz en medio de la noche.

 

ü          Los historiadores nos hablan de desastres naturales que destruyeron en pocos minutos asentamientos humanos que habían alcanzado un notable desarrollo. Pensemos, por ejemplo, en la desaparición de la legendaria Atlántida o en la destrucción de Pompeya o en el famoso terremoto de San Francisco o en la avalancha que sepultó a Armero.

 

ü          Pues bien, es posible que en algún momento de la vida hayamos sentido (referencia al pasado) o vayamos a sentir (referencia al futuro) amenazas graves que nos desestabilizan en nuestro modo de vida: problemas de salud, crisis familiares, conflictos sociales, pobreza, etc.

 

ü        Antes estas situaciones personales amenazantes, tengamos presentes las palabras que pronuncia Jesús en el evangelio de hoy: “No tengáis pánico”.

 

ü         En el evangelio de hoy se afirma que “ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”. Esta promesa nos hace reflexionar sobre la acción de la Providencia en nuestras vidas:

 

o       Para la teología católica, la Providencia es la incesante actividad del Creador, que dirige todos los acontecimientos y orienta la historia humana hacia su plenitud al final de los tiempos.

o       Esta convicción acerca de la presencia actuante de Dios en la historia se expresa  en cada una de las páginas de la Biblia.

o       Ahora bien, el reconocimiento de esta presencia actuante de Dios no anula nuestra libertad. Dios da el impulso inicial a este mundo, Dios nos acompaña, Dios nos ofrece su gracia, Dios invita pero no impone. No somos marionetas en manos de una fuerza ciega sino que somos hijos de un Padre amoroso que nos invita incansablemente.

o       Nuestra libertad puede decir SÍ o puede decir NO. Por parte de Dios, su fidelidad es incondicional; por parte nuestra, la fidelidad vacila. Nuestra confianza en la Providencia está herida por las dudas y la desconfianza.

 

ü         Al salir de esta eucaristía dominical, pidámosle a Dios que consolide nuestra confianza en Él, pues las crisis que nos golpean, semejantes a los  terremotos,  nos hacen entrar en pánico. El Dios que nos creó por amor y  que nos enviado a su Hijo para que sea nuestro compañero de camino no nos dejará abandonados en la mitad de la noche.