Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

     

ü     Lecturas:

o       Libro primero de los Reyes 17, 10-16

o       Carta de San Pablo a los Hebreos 9, 24-28

o       Marcos 12, 41-44

 

ü        Cuando uno visita las espléndidas instalaciones de las universidades norteamericanas, observa que muchos de los edificios llevan los nombres de quienes los han donado. Se trata de exalumnos exitosos que agradecen a su Alma Mater la formación que les dio.

 

ü        Pues bien, la liturgia de hoy centra su atención en dos mujeres donantes, pero de un perfil muy particular. Ellas no aportaron, como lo hacen los exalumnos norteamericanos, millones de dólares; la viuda de la primera lectura regaló un pan al profeta Elías; la viuda del evangelio depositó dos monedas en la alcancía del templo de Jerusalén. La palabra de Dios que acabamos de escuchar destaca que ellas  dieron, no lo que les sobraba, sino que se desprendieron de algo que les era absolutamente necesario.

 

ü        Procuremos avanzar en el conocimiento de estas dos mujeres, cuya generosidad será recordada por los creyentes hasta el fin de los tiempos. Dentro de 200 – 300 años nadie se acordará de las donaciones de  la familia Rockefeller, pero se seguirá hablando de la viuda de Sarepta y de la que depositó dos monedas en la alcancía del templo…

o       Se trata de dos personas socialmente insignificantes, cuya existencia pasó desapercibida para sus contemporáneos.

o       La primera es una viuda de Sarepta, ciudad fenicia al sur de lo hoy conocemos como el Líbano. Ella fue una de las víctimas de la hambruna causada por una terrible sequía que duró tres años y medio, en tiempos del profeta Elías. La escena, entonces, se ubica en el siglo IX A.C.; esta sequía fue un castigo a Israel por haber rendido culto a Baal, dios de la fecundidad de la tierra, por instigación del rey Ajab y de su esposa fenicia  Jezabel.

o       La segunda es una viuda piadosa que deposita en la alcancía del templo de Jerusalén lo poco que posee.

 

ü         La sabiduría popular afirma que “poderoso caballero es Don Dinero”, pues abre muchas puertas; las lecturas de hoy muestran que la lógica de Dios es diferente:

o       Hay personas que pretenden abrir las puertas del cielo dando dinero a la Iglesia. Muchas veces se trata de dinero sucio obtenido a través de oscuros negocios. Estas personas pretenden lavar el origen turbio de sus fortunas aportando para obras de caridad. Esta estrategia podrá servir como relaciones públicas, pero a Dios no lo pueden engañar.

o       Los capos mafiosos van tejiendo una telaraña de lealtades a través de regalos y apoyos para conseguir trabajo o una beca de estudios o el pago de una calamidad doméstica… Y luego pasan la cuenta de cobro que consiste en exigir la reciprocidad del servicio recibido. Así van comprando las conciencias y las fidelidades.

o       Con frecuencia, los padres de familia quieren comprar el cariño de sus hijos mediante regalos costosos. Más aún, así pretenden asegurar una cierta complicidad de los hijos frente a comportamientos abiertamente inmorales e inconvenientes.

 

ü         Estos sencillos ejemplos confirman que “poderoso caballero es Don Dinero” y que no todo lo que se regala es expresión de generosidad sino que puede ocultar segundas intenciones.

 

ü         En este contexto de generosidad que nos ocupa, vale la pena decir una palabra sobre el significado de los regalos:

o       Ante todo hay que destacar su valor simbólico: son una forma de hacernos presentes en momentos significativos  de la vida de nuestros familiares y amigos.

o       A través de ellos estamos diciendo que compartimos su alegría y que los llevamos en el centro de nuestros afectos.

o       Es lamentable que los regalos pierdan su carácter simbólico para convertirse en mercancía que se cuantifica. No interesa tanto quién lo envió sino qué envió y cuánto costó.

o       En algunos casos, junto con la tarjeta de invitación al matrimonio viene el “sobre” donde se debe enviar el dinero – ojalá sean dólares – para los nuevos esposos. Me parece una costumbre detestable, que ojalá no se generalice, pues impone compromisos a los invitados y habla muy mal de la escala de valores de los futuros contrayentes.

 

ü         ¿Qué enseñanzas nos dejan estos dos relatos?

o       Al destacar la generosidad de estas dos mujeres, se nos está diciendo que Dios no se fija en la cantidad sino en la intención del corazón.

o       Estas dos lecturas nos enseñan  que lo  que cuenta ante Dios es la honestidad de nuestras acciones, querer compartir sin cálculos egoístas, la autodonación.

o       En las matemáticas de Dios no interesan los ceros que acompañen el cheque de la donación sino la generosidad que la inspira.

o       ¿Qué buscamos cuando participamos en actividades de beneficencia: es una ayuda desinteresada o nos motiva la visibilidad social?

o       ¿Damos lo que nos sobra  como una manera de tranquilizar nuestras conciencias?

o       Más importante que dar dinero  u objetos es darnos a nosotros mismos: compartir nuestro tiempo con las personas solitarias, dar nuestro afecto a los enfermos y ancianos que no tienen quién los consienta. Más importante que dar a los hijos ropa de marca y vacaciones exóticas es dedicarles tiempo, interesarse por sus asuntos, escucharlos con atención.

 

ü         Estas dos mujeres que nos presenta la liturgia de hoy, la viuda de Sarepta y la que depositó las dos monedas en la alcancía, nos dan una importante lección sobre el significado de la auténtica generosidad.