Domingo III del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

ü    Lecturas:

o       Isaías 8, 23b; 9, 3

o       1 Corintios 1, 10-13.17

o       Mateo 4, 12-17

 

ü    Las lecturas de estos primeros domingos del año litúrgico nos muestran las primeras actuaciones de la vida pública de Jesús, es decir, las primeras actividades de su ministerio apostólico: Jesús empieza por integrar su equipo de trabajo, traza los primeros rasgos del Reino que quiere construir y empieza a hacerse conocer.

 

ü    La coyuntura para el inicio de la predicación de Jesús fue el encarcelamiento de Juan Bautista, el Precursor, quien se había convertido en un personaje incómodo para el rey Herodes pues le echaba en cara su comportamiento escandaloso.

 

ü    La prisión de Juan Bautista impactó fuertemente a sus numerosos seguidores, quienes se sintieron amenazados en sus vidas.

 

ü    A lo largo de la historia, millones de mujeres y hombres han sacrificado sus vidas porque han preferido ser fieles a Dios y a sus conciencias, y no han cedido frente a las amenazas e intentos de soborno.

 

ü    El evangelista Mateo dibuja cuidadosamente la escenografía para la aparición de Jesús en la vida pública. El escenario es el mismo que había diseñado el profeta Isaías hacía ocho siglos (esto lo acabamos de escuchar en la primera lectura):

 

o       Isaías anuncia que en el país de Zabulón y de Neftalí, que habían experimentado los horrores de la guerra con Asiria, aparecería una luz grande. Dice el texto de Isaías: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló”. Esto dice el texto de Isaías, como lo acabamos de escuchar en la proclamación de la primera lectura.

 

o       Pues bien, el evangelio de San Mateo ubica el comienzo de la predicación de Jesús en esas mismas tierras de Zabulón y Neftalí, que formaban parte de Galilea; en esas tierras, que históricamente recordaban oscuridad y sufrimiento para el pueblo de Israel, inicia Jesús su predicación, que traerá luz a la humanidad. Así se cumplía lo que había anunciado el profeta Isaías.

 

ü    Por eso las lecturas de hoy son una invitación a la alegría y al optimismo. Ese aire festivo y confiado se refleja estupendamente en el Salmo que recitamos hace poco: “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor”.

 

ü    Santa Teresa llamaba a la imaginación “la loca de casa”. Y cuando esa loca se suelta, hace desastres. Pues bien, muchas veces somos víctimas de la imaginación que nos presenta mil situaciones negativas; siempre nos imaginamos las peores cosas (aparece un lunar sobre la piel e inmediatamente pensamos en el melanoma;  estornudamos y creemos que ya  caímos víctimas de la neumonía atípica o “sars”;  uno de los miembros de la pareja mira a una persona que pasa y el otro miembro de la pareja hace un drama de celos imaginándose las peores cosas...)La loca de casa, es decir, la imaginación desbocada nos hace ver enfermedades que no existen, infidelidades y traiciones sin fundamento.

 

ü    Frente a este cuadro enfermizo del pesimismo y del negativismo, el evangelio nos invita a dirigir los ojos hacia Jesús, que es la luz que ilumina nuestras vidas.

 

ü    ¿Por qué el evangelista Mateo presenta a Jesús como la luz que ilumina nuestras vidas?

 

o       Jesús nos dice que la existencia humana no es una trampa sin salida sino que estamos destinados a ser felices junto a Dios.

o       Jesús propone un camino de felicidad que pasa por el servicio a los demás, por el perdón a las ofensas y por el amor confiado a Dios, nuestro Padre común, y a Jesucristo nuestro hermano mayor.

ü    ¿Cuál es el requisito para que podamos descubrir esa luz en medio de la noche? El evangelio nos da la fórmula: “Conviértanse porque está cerca el Reino de Dios”.

 

o       La conversión o transformación interior empieza por el reconocimiento de nuestros errores, de nuestras verdades a medias, de nuestras “embarradas” (como lo decimos coloquialmente)

o       Y, una vez que hayamos identificado los puntos críticos, la conversión nos pide cambios reales y concretos en nuestro modo de actuar.

 

ü    Abramos nuestras mentes y corazones a este llamado a la conversión que nos hace Jesús para que así brille en nuestras vidas la luz de la alegría y de la paz interior.