Domingo II del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

ü         Lecturas:

o       Isaías 49, 3.5-6

o       1 Corintios 1, 1-3

o       Juan 1, 29-34

 

ü    El evangelio de hoy tiene como figura dominante a Juan Bautista, llamado el Precursor; el texto evangélico pone de manifiesto unos rasgos muy  interesantes de su personalidad, que se proyectan a nuestra vida de todos los días.

 

ü    Para poder apreciar las enseñanzas que nos hace Juan Bautista en este domingo, es importante que tomemos conciencia de un comportamiento que caracteriza a mucha gente: los seres humanos tenemos la tendencia a querer ocupar los primeros lugares, nos sentimos irremplazables y con frecuencia descalificamos a las personas más jóvenes, que vienen detrás de nosotros.

 

ü          Pongamos algunos ejemplos de este comportamiento generalizado.

 

ü    Conocemos a padres de familia que continuamente descalifican a sus hijos; les están repitiendo que son brutos, ineptos, irresponsables.  Estos mensajes negativos, repetidos día tras día, hieren de muerte la autoestima de los hijos y castran esas personalidades que empiezan a desarrollarse.

 

ü    Conocemos a sacerdotes que no respetan la conciencia moral de sus feligreses, pretenden decidir por ellos y se auto nombran jueces que determinan qué conviene y qué no conviene a cada persona. Estos sacerdotes intervencionistas no promueven la adultez moral de los miembros de la comunidad y tienen miedo a la autonomía del pueblo de Dios. Quieren ejercer un control sobre las conciencias.

 

ü          En el mundo empresarial, conocemos a funcionarios que están atornillados a los altos puestos directivos, que no quieren ceder sus cargos a las nuevas generaciones que traen una mejor preparación y que aportan ideas renovadoras para un mundo que cambia a una velocidad de vértigo. Esta oposición a la renovación es mucho más fuerte en las empresas familiares, donde los cargos tienden a ser vitalicios.

 

ü    Con estos tres ejemplos, tomados de la vida real (padres de familia, sacerdotes, directivos empresariales) he querido ilustrar la tentación generalizada de sentirnos irremplazables, creernos superiores y así descalificamos a los que vienen detrás de nosotros.

 

ü    Frente a estas situaciones de la vida real, emerge la figura de Juan Bautista:

 

o       Su misión era preparar el camino para la llegada de Jesús y para su anuncio sobre la creación de un orden nuevo.

o       Juan Bautista no buscó protagonismos; gustosamente ocupó un lugar discreto, secundario, y siempre estuvo dispuesto a desaparecer cuando hubiera cumplido su misión.

o       Por eso Juan Bautista no tuvo inconveniente en reconocer la superioridad de Jesús; afirmó públicamente que Él era el “cordero de Dios”, que había venido para quitar el pecado del mundo.

 

ü    En esta eucaristía dominical, ¿cómo podemos resumir las enseñanzas de este personaje tan singular que fue Juan Bautista?

 

o       Pidámosle a Dios que nos libre de toda sombra de posesividad. Recordemos que los hijos son prestados; recordemos que no es sano cultivar dependencias. Lo natural es que los que vienen detrás construyan su proyecto de vida de manera autónoma.

o       Pidámosle a Dios que no nos apeguemos al poder, que no pretendamos ejercer los cargos de manera vitalicia. La renovación en los cargos directivos es saludable para las personas y para las instituciones.

o       Pidámosle a Dios que no nos deje caer en los sentimientos bajos que engendran la envidia y los celos. En vez de mirar con rabia y con sospecha a los que vienen detrás de nosotros, alegrémonos de sus éxitos,  apoyémoslos en sus ascensos, y que nuestra experiencia les sirva de luz y no se convierta en un argumento para descalificar sus iniciativas y proyectos de cambio.

o       Pidámosle a Dios la humildad para saber hacernos a un lado cuando ya se haya cumplido la misión, con la satisfacción del deber cumplido.

 

ü    Juan Bautista, el Precursor,  nos da un testimonio de vida impactante. A través de la oración pidámosle a Dios que podamos incorporar esas enseñanzas a nuestro modo de proceder.