Domingo III de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

ü      Lecturas:

o       Hechos de los Apóstoles 2, 14.22-33

o       Primera carta de Pedro 1, 17-21

o       Lucas 24, 13-35

 

ü      Despedida del Papa:

o       A través de la TV hemos podido asistir al triste adiós que millones de mujeres y hombres  de todas las razas, edades y condiciones sociales han querido expresar a Juan Pablo II.

o       Supo llegar al corazón de todos, en particular al corazón de los jóvenes, y anunciar una palabra de esperanza a millones de seres humanos a través de su incansable  ministerio misionero.

o       Llama profundamente la atención que este hombre, agobiado por los años y por las enfermedades, hubiera conservado su inmensa popularidad a lo largo de 26 años, cuando lo usual es que la sociedad de consumo construya y destruya  mitos efímeros que duran pocas semanas o meses.

o       En contraste con la deplorable mediocridad de los líderes de nuestra época, el Papa siempre pronunció una vigorosa palabra en defensa de la vida, de los derechos humanos, de la libertad religiosa, de la paz y de la justicia.

o       Que el Señor le recompense su infatigable servicio y proporcione a su Iglesia un nuevo Papa que sepa interpretar las angustias y las esperanzas de nuestra época.

o       Descanse en paz.

 

ü      Después de expresar nuestros sentimientos de tristeza y reconocimiento por el pontificado de Juan Pablo II, volvamos la mirada al evangelio de hoy. Este relato de los discípulos de Emaús  es exclusivo del evangelista San Lucas. Con gran dramatismo y manteniendo el suspenso a lo largo del texto, Lucas nos ofrece una catequesis sobre el camino que hay que recorrer para descubrir a Dios en medio de los acontecimientos.

ü     La experiencia de estos dos amigos, sumidos en una profunda tristeza, podría ser la experiencia de muchos de nosotros. En lugar del nombre genérico de “discípulos de Emaús” podríamos escribir nuestros nombres. Podríamos hablar de Enrique y María, de Samuel y de Laura. Este texto, de una gran sensibilidad humana, está sazonado con finas observaciones psicológicas.

 

ü       Los invito a analizar los diversos elementos del relato. Empecemos por explorar el estado de ánimo de los dos discípulos:

o       Están tristes porque todas sus ilusiones se han derrumbado. Expresan sus sentimientos mediante un verbo muy sugestivo: “nosotros esperábamos”. Este verbo en pretérito resuma frustración. Habían puesto todas sus esperanzas en Jesús de Nazareth, profeta poderoso en obras y en palabras. Ellos esperaban que Jesús sería el libertador de Israel. Sin embargo, todos sus sueños se derrumbaron el Viernes Santo.

o       La frustración no es una experiencia exclusiva de los discípulos de Emaús. Muchos de los  aquí presentes hemos sentido que los cimientos mismos de nuestra existencia se han sacudido por la enfermedad y muerte de un ser querido, por un fracaso afectivo, por estrecheces económicas, por problemas de salud, etc. Cada uno de nosotros conoce muy bien su propia película interior.

o       Con frecuencia estas crisis existenciales van acompañadas de crisis de fe. Hay personas que se alejan de Dios porque lo consideran injusto o por el escándalo causado por los creyentes en particular por los sacerdotes o porque han encontrado intolerancia y rechazo en aquellos que deberían dar ejemplo de misericordia.

 

ü       En el relato de San Lucas, los dos discípulos dan la espalda a Jerusalén expresando así que quieren dejar atrás este capítulo de sus vidas. En el mundo de hoy, millones de hermanos nuestros le dan la espalda a la Iglesia y en ocasiones también le dan espalda a Dios como consecuencia de sus crisis personales.

 

ü      Al dejar atrás su pasado,  ¿hacia dónde se dirigen los discípulos? Regresan a Emaús, es decir, regresan  a la rutina cotidiana para allí distraerse con las ocupaciones diarias y dejar de pensar.  En el mundo de hoy, ¿a dónde se dirigen los que dan la espalda a la Iglesia? Unos tocan a las puertas de los grupos evangélicos; otros buscan respuestas en las místicas orientales que están de moda; otros deciden vivir su relación con Dios de una forma absolutamente privada rechazando toda mediación comunitaria y eclesial; otros caen en el agnosticismo y puedan llegar a un ateísmo práctico.

 

ü      En medio de su crisis, los discípulos de Emaús  se encuentran con un caminante. Es Jesús pero ellos no lo reconocen. El dolor y la frustración les impiden identificar la voz del Maestro.

 

ü       Jesús sale a nuestro encuentro, quiere ser nuestro compañero de camino. Ahora bien, hay que entender que Dios se manifiesta de  mil maneras; si fuéramos menos distraídos seríamos capaces de reconocer los infinitos pequeños milagros que se dan en la vida de todos los días y que nos están recordando que Dios nos ama.

 

ü      A través de un diálogo conducido con mucho tacto, Jesús va orientando a los discípulos de manera que descubran el sentido de todo lo que ha pasado. Poco a poco empiezan a descubrir la luz en medio de la noche de desesperanza en que se encuentran. A través del diálogo van recuperando la confianza y se van sanando las heridas.

 

ü      Acudamos a todas las ayudas que nos permitan salir de la postración. En esas situaciones la oración ayuda, pero igualmente debemos buscar una ayuda profesional (un consejero, un terapista de pareja, un  psicólogo, un director espiritual sabio) Todas estas personas son herramientas a través de las cuales obra la Providencia de Dios.

 

ü      La experiencia espiritual de los discípulos de Emaús llega al clímax cuando reconocen a Jesús por la forma como bendijo el pan. Este hermoso relato nos enseña que el lugar por excelencia para el encuentro con Jesús es la eucaristía celebrada en comunidad.

 

ü       Es hora de terminar nuestra meditación dominical:

o       Hemos hecho una oración de acción de gracias por lo que ha significado el pontificado de Juan Pablo II, incansable evangelizador.

o       Hemos dicho que este relato de San Lucas puede ser interpretado como un capítulo de nuestra historia personal.

o       Los golpes de la vida nos han dejado sangrando el corazón y quizás nos hemos sentido lejos de Dios, incomunicados.

o       Sin embargo, Dios está junto a nosotros, aunque a veces no lo percibamos. Pidámosle que nos ayude a comprender y aceptar capítulos particularmente dolorosos de nuestras vidas.

o       Que cada Misa en la que participamos sea una experiencia de encuentro con el Señor de la Vida que nos trae la paz siguiendo las huellas de los discípulos de Emaús.