Domingo Resurrección, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü     Lecturas:

o       Hechos de los Apóstoles 10, 34ª. 37-43

o       Carta de San Pablo a los Colosenses 3, 1-4

o       Juan 20, 1-9

 

ü     El Viernes Santo fue un día desolador. El proyecto de Jesús, que había logrado atraer a mujeres y hombres de buena voluntad, pareció naufragar. Los odios habían logrado silenciar esa voz que denunciaba las injusticias y que proponía un nuevo modo de vivir las relaciones con Dios y con los demás seres humanos. La liturgia del Viernes Santo, con su solemne austeridad, reproduce para nosotros esa atmósfera que se vivió en Jerusalén hace dos mil años.

 

ü    Pero el Viernes Santo no puso punto final al proyecto de Jesús, el cual continuará hasta el final de los tiempos. Esto es lo que nos comunica la hermosa liturgia de la Vigilia Pascual con la bendición del fuego y el pregón. El cirio pascual, que se enciende en medio de la noche, está gritando que Jesús ha resucitado, que está vivo y que su triunfo sobre la muerte es también  nuestro triunfo.

 

ü     La existencia de Jesús y su muerte en la cruz son hechos históricos que se encuentran documentados, no solo por fuentes cristianas de los primeros siglos y por hallazgos arqueológicos que muestran la veracidad de los lugares que aparecen descritos en los evangelios, sino que a ellos se refieren autores no cristianos  tales como Flavio Josefo y Tácito.

 

ü    Ahora bien, la vida de Jesús no terminó con su muerte en la cruz, sino que la tradición de la Iglesia afirma que resucitó de entre los muertos y vive glorioso junto al Padre.

 

ü     Como  creyentes debemos tener ideas muy claras sobre Jesús: su existencia terrena está respaldada por documentos históricos muy sólidos; pero su resurrección es una realidad que pertenece al ámbito de la fe. Por eso debemos reconocer que no existe una prueba, en el sentido estricto del término, sobre la resurrección de Jesús. Para hacer más comprensible esta afirmación teológica, podríamos decir – utilizando referentes de nuestra época – que no existe un video o un DVD sobre la resurrección de Jesús, ni ésta fue trasmitida por CNN…

 

ü     La creencia en la resurrección de Jesús pertenece al ámbito de la fe, la cual se apoya en afirmaciones de testigos y en una tumba que está vacía.

 

ü     De ahí la importancia que tienen las lecturas de este Domingo de Resurrección y las de los demás Domingos de Pascua: en ellas encontramos expresadas estas experiencias fundantes de la comunidad de los apóstoles que son el referente de nuestra fe.

 

ü     Los protagonistas del evangelio de hoy son tres: María Magdalena, Pedro y Juan, quienes eran muy cercanos al corazón de Cristo y ejercían un liderazgo especial dentro de los inmediatos colaboradores de éste.

 

ü    Llama la atención la forma tan detallada como el evangelista Juan describe el escenario de los acontecimientos. A los aficionados a las series de televisión sobre investigaciones forenses tipo CSI Miami, nos sorprende la reconstrucción minuciosa de la escena: la hora en que María Magdalena visita el sepulcro, la pesada piedra que había sido movida, el orden en que van llegando los testigos, la forma  y el lugar en que se encontraban  las vendas y el sudario.

 

ü     Este relato de Juan parece escrito por un investigador forense que no deja de registrar ningún detalle. Todas estas precisiones apuntan a algo muy importante: dejar constancia de la tumba vacía. Y después de esta constatación experimental, viene la afirmación teológica: “Vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura : que él había de resucitar de entre los muertos”.

 

ü     Esta experiencia de la tumba vacía transforma a los seguidores de Jesús: los que habían tenido ambiciones de poder se convierten en abnegados servidores de la comunidad; los que habían huido el Viernes Santo, en parte por temor y en parte por frustración, se transforman en anunciadores de la buena noticia de Jesús resucitado y derramarán su sangre como confirmación de este hecho. La experiencia de la Pascua les permitió comprender en  plenitud el significado de las palabras y de las acciones de Jesús durante su existencia terrena, y cómo se cumplían en él las promesas del  Antiguo Testamento.

 

ü     Después de comprender la magnitud de la experiencia de la tumba vacía que nos expone el evangelio de San Juan, vayamos a la primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, que nos reproduce una catequesis de Pedro.

 

ü     Esta catequesis o discurso de Pedro sigue el formato o modelo de todas las predicaciones en tiempos de la Iglesia apostólica. Ante todos los públicos, los apóstoles anuncian: “Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección”

 

ü     Este es el anuncio por excelencia de la primera comunidad cristiana. Y el punto de referencia de este mensaje es la experiencia vivida por ellos. Esta experiencia fue tan intensa que cambió el rumbo de sus vidas y por dar testimonio de estos hechos no dudaron en derramar su sangre.

 

ü     Seamos sinceros: si los apóstoles hubieran manipulado la muerte de Jesús y si la tumba vacía hubiera sido un show para montar la leyenda de que Jesús había triunfado sobre la muerte, esa mentira  se hubiera descubierto y no hubiera sobrevivido a dos mil años de historia. No podemos imaginar a los apóstoles como los inventores de un superhéroe llamado Jesús que resucitó de la muerte causada por sus enemigos. Si ellos hubieran imaginado todo esto, no hubieran derramado su sangre pues la vida  propia vale más que una mentira más o menos bien inventada. Usando imágenes de nuestros tiempos, podemos afirmar que nadie apostaría su vida por  apoyar la existencia de superhéroes tales como Harry Potter, Matrix o Batman. Nadie derramaría una gota de su sangre por sostener que sus existencias son verdaderas.

 

ü     Es hora de terminar nuestra meditación dominical: el cirio pascual que se enciende en la Vigilia Pascual representa a Cristo, luz del mundo, quien es afirmación de vida en medio de una cultura de la muerte, grito de esperanza para millones de seres humanos cansados y deprimidos. Que en este Domingo de Resurrección no seamos espectadores pasivos de unos ritos  sino que sea ocasión para renovar la experiencia de Jesús resucitado en nuestras vidas y que se transformen nuestras relaciones con él y con nuestros hermanos.