Domingo V de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

ü    Lecturas:

o       Hechos de los apóstoles 6, 1-7

o       Primera carta de San Pedro 2, 4-9

o       Juan 14, 1-12

 

ü     El Conclave ha dado a la Iglesia un nuevo Papa, Benedicto XVI. Esta mañana, en una solemne misa en la Basílica de San Pedro, tomó posesión como cabeza de la Iglesia Católica. Oremos por él para que el Espíritu Santo le da la fortaleza necesaria para asumir esta agobiante responsabilidad, le da sabiduría para guiar a su Iglesia y tienda puentes que permitan acercarse a aquellos que se encuentran fuera de ella.

 

ü     La página del evangelio que acabamos de escuchar pertenece al llamado “discurso de despedida”, en el cual el tema es la partida de Jesús. Es una catequesis dirigida a los discípulos, y a quienes vendrán después de ellos, sobre lo que será el futuro, cuando Jesús yo no se encuentre físicamente presente en medio de la comunidad.

 

ü     La partida de Jesús no se puede interpretar como si el proyecto de la construcción del Reino quedara interrumpido. Consciente de los sentimientos de tristeza que suscita  esta separación, Jesús hace un llamado a la confianza. Dice a sus discípulos, y a través de ellos a todos nosotros, “crean en Dios y crean también en mí”. Este llamado a la confianza nos motiva a analizar reposadamente lo que  sucede en nuestras vidas para no hacer lecturas superficiales ni sacar conclusiones apresuradas.

 

ü     Esta catequesis de despedida tiene tres frases cargadas de significación, sobre las cuales centraremos nuestra meditación dominical: 1) “no pierdan la calma”, 2) “yo soy el camino, la verdad y la vida”; 3) “quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”

 

ü     Empecemos por la primera frase, “no pierdan la calma”:

o       Jesús conoce profundamente el corazón humano y sabe que se producen muchas situaciones que desestabilizan.

o       Esta exhortación a no perder la calma implica que no debemos permitir que estas situaciones desestabilizadoras se deterioren hasta tocar fondo; hay que evitar que los problemas crezcan hasta volverse inmanejables; no podemos permitir que la tristeza se convierta en depresión, que es la peor de las enfermedades.

o       Para evitar que estas situaciones se nos salgan de las manos, hay que utilizar todos los medios: hay que rezar (el evangelio de hoy nos dice “crean en Dios, crean también en mí”) y hay que acudir a todos los medios humanos, incluida la ayuda profesional de un psicólogo o de un psiquiatra.

o       San Ignacio de Loyola, sabio maestro de la vida espiritual, aconsejaba “en  tiempo de desolación no hacer mudanza”, lo que, traducido al lenguaje de nuestra época, significa no tomar decisiones drásticas en  tiempos de crisis, de rabia o depresión. Si tomamos decisiones en esas circunstancias, seguramente nos equivocaremos y nos lamentaremos de las consecuencias.

o       No olvidemos, pues, esta sabia exhortación de Jesús: “no pierdan la calma”

 

ü     Pasemos a la segunda frase que nos presenta el evangelio de hoy, “yo soy el camino, la verdad y la vida”:

o       Jesús no es una ecuación que hay que resolver ni es una teoría que hay que probar.

o       Hay  personas que son lectores entusiastas de biografías de personajes ilustres: Napoleón, Bolívar, Churchill, Kennedy. Son fervorosos admiradores de estos personajes.

o       ¡Atención! Cuando nos referimos a Jesús tenemos que reconocer que no se trata de un protagonista más de la historia humana a quien podemos admirar. Jesús es mucho más que eso. Con su muerte y resurrección nos ha librado del pecado y de la muerte, y nos ha constituido hijos de Dios.

o       Jesús, entonces, no es una biografía más que hay que leer ni un concepto que hay que entender; Jesús es una experiencia que hay que vivir y es un camino que hay que recorrer.

o       ¿Cómo vivir esta experiencia y cómo recorrer este camino? Conversando con él en la oración, meditando los evangelios, participando en los sacramentos, descubriéndolo y sirviéndolo en los hermanos, en particular  los más débiles y excluidos.

o       Jesús afirma “yo soy el camino, la verdad y la vida”. Los seres humanos nos hacemos preguntas sobre el sentido de la existencia, el futuro, la muerte, el más allá. Preguntas cuyas respuestas no se obtienen en un laboratorio de ciencias naturales porque no pertenecen al ámbito de lo manipulable, de lo cuantificable.

o       Cuando volvemos sobre estas grandes preguntas y las reformulamos a la luz de la persona de Jesús, lo que era oscuridad se llena de luz y lo que parecía un salto al vacío se convierte en certeza.

 

ü     Vayamos a la tercera frase de este relato, “quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”:

o       Esta frase es de una gran densidad teológica pues en ella Jesús afirma que es la revelación del Padre, que él es la presencia de Dios Padre en medio de la historia, que él es el mediador entre Dios y los hombres.

o       Como lo viene afirmando la Iglesia desde los primeros siglos, Jesús es verdadero hombre y verdadero Dios. Por eso  es el puente  que une esas dos orillas que, de otra manera, serían infinitamente distantes: la orilla de lo humano y la orilla  de lo divino.

o       La voluntad de Jesús se identifica totalmente con la voluntad del Padre, su misión consiste en cumplir el plan de salvación de aquel que lo envió. Por eso, conocer a Jesús es conocer al Padre, seguir a Jesús es tener como norte el plan de Dios.

 

ü     Es hora de concluir nuestra meditación dominical:

o       En esta página de San Juan encontramos la orientación de Jesús a sus seguidores, una vez que él haya concluido su existencia terrena y haya sido constituido Señor del universo.

o       Estas enseñanzas se resumen en tres frases, simples en su redacción  pero densas en su contenido espiritual: “no pierdan la calma”, “yo soy el camino, la verdad y la vida”, “quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”

o       Estas frases nos deben llenar de optimismo en medio de las crisis personales y familiares, y en medio de las tormentas que agitan a la Iglesia y a la sociedad.

o       No estamos solos, no somos unos títeres en manos del destino.