Domingo VI del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

ü     Lecturas:

o       Levítico 13, 1-2.44-46

o       Primera Carta de San Pablo a los Corintios 10, 31 – 11, 1

o       Marcos 1, 40-45

 

ü      Las lecturas de hoy hieren nuestra sensibilidad, que se siente incómoda ante la figura de un leproso de apariencia repugnante, vestido de harapos tal como  lo ordenaba la ley judía:

o       El texto del libro del Levítico contiene las normas vigentes en esa época: como esta enfermedad  se consideraba castigo de Dios, sus víctimas debían presentarse a los sacerdotes; además vivían como indigentes y estaban excluidos de la vida en sociedad. En esa época, el leproso era una persona muerta en vida.

o       El evangelio de Marcos nos muestra cómo Jesús supera todos los tabúes respecto a esta enfermedad y la convierte en ocasión para una maravillosa manifestación de la misericordia y el amor de Dios.

 

ü     Detengamos nuestra mirada en los dos actores de este relato, el leproso y Jesús.

 

ü      Empecemos nuestra reflexión por una exploración del mundo atormentado en que vivía este hombre que se acercó a Jesús:

o       La enfermedad de la lepra tenía unas connotaciones religiosas y sociales que la hacían casi imposible de sobrellevar, pues implicaba no sólo un terrible deterioro físico (la nariz, las manos y los pies se iban desfigurando de tal manera que se adquiría una apariencia repugnante); además se la consideraba un castigo divino por pecados inconfesables; y como si lo anterior no bastara, la víctima era excluida de la vida en familia y en sociedad. El espectáculo era desolador: sin salud, sin Dios y sin nadie.

o       A pesar de su tragedia, este personaje que nos presenta el evangelista Marcos no se hunde en la desesperación. Con una humildad cargada de fe y de esperanza suplica: “Si quieres, puedes limpiarme”. No hay situación, por complicada que sea, que no pueda ser transformada por la acción salvadora de Jesús. Todas las  heridas morales y afectivas pueden ser curadas por el amor del Padre que se manifiesta a través de Jesús. Todos los pecados, por graves que éstos sean y que la justicia humana castiga con 30 o 40 años de cárcel,  pueden ser perdonados por Dios si hay un arrepentimiento sincero y una reparación.

 

ü      Demos un paso adelante y analicemos cómo actúa Jesús. Cada una de las palabras del texto tiene su importancia:

o       Lo primero que hace Jesús es tocar a este hombre. Dentro de la mentalidad de la época, cargada de prejuicios y con unos conocimientos muy precarios de Medicina y en particular de Infectología, era impensable tocar a un leproso, pues hacerlo traía dos consecuencias: la posibilidad de contraer la enfermedad y la impureza legal, es decir, la obligación de alejarse de la comunidad y realizar unos ritos de purificación. Jesús conocía el alto precio social que tendría que pagar por este gesto. Y conscientemente lo hizo como expresión de solidaridad con este ser excluido y como rechazo a los prejuicios  de la religión judía.

o       Después de realizar este gesto, resuena la palabra liberadora de Jesús: “Quiero, queda limpio”.

o       A continuación, da dos instrucciones precisas al enfermo que había sido curado, las cuales éste cumple a medias: presentarse en el templo y guardar silencio.

 

ü     Estas lecturas de hoy, que tanto golpean nuestra sensibilidad, desenmascaran las crueles discriminaciones que amargan a tantos hermanos nuestros:

o       ¡Cuántas personas discriminadas laboral y socialmente por su apariencia física! En esta sociedad de consumo que juzga por las apariencias sólo hay empleo para los cuerpos masculinos atléticos y para las mujeres construidas artificialmente mediante el bisturí, el láser y la silicona…

o       ¡Cuántas personas archivadas en instituciones de caridad porque son una carga económica! Pensemos en los ancianos abandonados por sus familiares, tengamos presentes a  los niños portadores de alguna deficiencia y que son rechazados, recordemos la pena de muerte aplicada a tantos bebés en nombre del  aborto terapéutico…

o       ¡Cuántas personas a quienes se les impide la movilidad social y la posibilidad de progresar por el color de la piel o porque son emigrantes o desplazados o porque son reinsertados o porque profesan creencias religiosas o políticas diferentes!

 

ü      Cuando Jesús se atreve a tocar al leproso y le dice “quiero, queda limpio”, está dando un golpe demoledor a los prejuicios sociales y a todas las formas de exclusión.

 

ü     Al terminar esta meditación dominical, pidámosle a Dios que seamos capaces de reconocer con honestidad los prejuicios sociales que están agazapados en nuestro corazón y que se manifiestan a través de palabras duras que descalifican a los demás; y pidámosle la gracia de tratar a los demás  con ánimo desprevenido pues todos somos hermanos y tenemos la misma dignidad de hijos de Dios.