Domingo III de Cuaresma, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

ü     Lecturas:

o       Éxodo  20, 1-17

o       I Carta de San Pablo a los Corintios 1, 22-25

o       Juan 2, 13-25

 

ü     Dentro de la religión judía, los fieles hacían ofrendas de animales en las grandes fiestas religiosas, y también con ocasión de acontecimientos personales y familiares particulares. Para satisfacer esta demanda de bueyes, ovejas y palomas, habían surgido múltiples negocios alrededor del templo de Jerusalén. Además, como muchos de los fieles procedían del extranjero, existían casas de cambio para adquirir la moneda local.

 

ü     La realidad que encuentra Jesús es la misma que encontramos alrededor de los grandes centros de peregrinación de la Iglesia católica: venta de objetos religiosos, souvenirs, restaurantes, bares, etc. Ningún santuario se escapa de esta plaga (el Milagroso de Buga, el Divino Niño, la Virgen de Chiquinquirá, Lourdes, Fátima…)

 

ü     La presencia de estos negocios, que son necesarios para atender a las necesidades de los visitantes, muchas veces desfigura el sentido de la experiencia religiosa que ofrece ese santuario. Los negocios eclipsan la dimensión religiosa.

 

ü     Nos sorprende ver a Jesús enfurecido, con un rejo en la mano, derribando las mesas y expulsando a los comerciantes que se habían establecido junto al templo. En nuestra imaginación, la figura del Mesías es serena, mayestática, irradia dignidad e inspira respeto. Por eso nos desconcierta ver a Jesús, que es el Mesías ansiosamente esperado por tantas generaciones de devotos judíos, que se comporta de esta manera.

 

ü     ¿Por qué su reacción? Monta en cólera al ver que la casa de Dios había cambiado su finalidad espiritual para convertirse en un mercado. Este pasaje evangélico está denunciando una grave enfermedad que afecta, no solo al Catolicismo, sino a otras religiones: se quiere subordinar el hecho religioso a intereses económicos. Y esto se realiza de diversas maneras:

o       Hay quienes se aprovechan de los sentimientos religiosos de la gente sencilla para sacar dinero. Conocemos casos dolorosos de sacerdotes que han aprovechado su liderazgo y la confianza de la comunidad para enriquecerse. Esta explotación económica es muy frecuente en las iglesias de garaje en las que, pastores inescrupulosos, aprovechando  situaciones de histeria colectiva, imponen pesadas contribuciones.

o       Otra forma de desfigurar el sentido de la religión es atribuir poderes excepcionales a determinados objetos, los cuales ofrecen una protección a quienes los usan. Obviamente, hay un lucrativo negocio alrededor de estos objetos.

o       Al expulsar a los vendedores del templo, Jesús está denunciando las diversas formas de comercialización de la religión y está proclamando un estilo diferente de relacionarse con Dios, libre de contaminaciones.

o       Al ver la fuerte reacción de Jesús, los discípulos recordaron las palabras de la Escritura: “La pasión por tu casa me consume”. Tener pasión por algo o por alguien es valorarlo, defenderlo. En este orden de ideas, nos parece lo más natural del mundo sentir pasión por nuestra familia, lo cual implica amarla, protegerla, dedicarle tiempo. Pero cuando se trata de los asuntos de Dios no sentimos la misma pasión, pues sólo lo buscamos cuando estamos necesitados de su ayuda.

 

ü     Después de describir, con rápidos trazos, esta escena de la expulsión de los comerciantes que se habían instalado en el templo, el evangelista Juan  desarrolla un tema de gran profundidad teológica. Los dirigentes judíos, al verlo actuar de esa manera, le preguntan: “¿Qué señal nos das para actuar así? Jesús contestó: destruid este templo y en tres días lo levantaré. Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, y ¿tú vas a levantarlo en tres días? Pero el templo del que él hablaba era su cuerpo”.

 

ü     Con estas palabras de Jesús llegamos a un punto muy novedoso del texto que nos trae la liturgia de hoy:

o       Jesús inaugura un estilo diferente en las relaciones del ser humano con Dios. Reemplaza el templo antiguo construido de piedra y madera para presentarse como el lugar de encuentro entre lo divino y lo humano.

o       Ahora bien, esta afirmación de Jesús como templo no fue comprendida por quienes lo acompañaban. Solamente entendieron el alcance de sus palabras después de la resurrección.

o       No solamente Jesús es templo, es decir, lugar de encuentro entre lo divino y lo humano. Por él y en él, los creyentes nos convertimos  en templos de Dios. Los primeros cristianos  eran muy conscientes de ser templos de Dios y morada del Espíritu Santo. Esto inspiraba su moral personal y sus comportamientos sociales.

o       El hecho ser templos de Dios ilumina con  una luz particular  la dignidad humana: la vida humana es sagrada, nadie puede disponer de ella; y sobre este valor sagrado de la vida humana se levanta esa construcción formidable de los derechos humanos.

 

ü     Es hora de terminar nuestra meditación dominical, que ha tenido dos grandes temas o momentos: empezamos asistiendo a esa escena, llena de dramatismo y pasión, de la expulsión de los comerciantes del templo, quienes habían profanado ese lugar santo de oración; luego el texto del evangelista Juan pasó del templo físico al templo espiritual que es Jesús, quien es el lugar por excelencia para el encuentro entre Dios y la humanidad. Nuestra participación en el misterio de Cristo en virtud del bautismo nos convierte a nosotros en templos de Dios, con unos valores sagrados que hay que respetar, y con unos derechos y deberes que hay que poner en práctica.