Domingo II de Adviento, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

ü    Lecturas:

o       Isaías 35, 1-6ª.10

o       Carta de Santiago 5, 7-10

o       Mateo 11, 2-11

 

ü     El domingo pasado dedicamos nuestra meditación a explorar la personalidad y el mensaje de Juan Bautista, hombre excepcional, del cual Jesús afirmó que era el ser humano más grande entre todos los nacidos de mujer. ¡Imposible superar este elogio!

 

ü     Por otra parte, Juan Bautista señaló a Jesús como el que haría presente el Reino de Dios. Sin embargo, en el evangelio de hoy nos sorprende la pregunta que hace Juan a través de dos mensajeros suyos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”

 

ü      Esta pregunta de Juan nos deja perdidos, despistados. En  definitiva, ¿Juan Bautista sabía o no sabía quién era Jesús? Los invito a centrar nuestra meditación de hoy en el significado de esta pregunta de Juan.

 

ü      Ciertamente, Juan Bautista reconocía en Jesús, su primo carnal, a un ser excepcional, llamado a cumplir una misión única dentro de la comunidad. Sin embargo, Juan Bautista no sabía toda la verdad sobre Jesús. La verdadera identidad de Jesús no fue patente desde el principio, sino que se fue explicitando a través de sus palabras y de sus acciones, y  se manifestó plenamente en la resurrección.

 

ü      Sus seguidores vivieron una experiencia de descubrimiento gradual. También nosotros somos invitados a descubrir, poco a poco, el verdadero rostro de Jesús.

 

ü      Además hay que recordar que Juan Bautista, como todos los seres humanos, fue hijo de su época y vivió los condicionamientos propios de su cultura. Y la cultura judía de entonces esperaba un Mesías que haría su aparición en medio de señales espectaculares. Eso era lo que culturalmente se esperaba. Por eso Juan Bautista, viendo la no- espectacularidad de Jesús, le manda a preguntar “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”

 

ü      ¿Qué nos enseña esta pregunta de Juan Bautista?

 

o       Si Juan, el más grande entre todos los nacidos de mujer,  se hace preguntas sobre Jesús y sobre las formas que asume la manifestación de Dios en medio de los acontecimientos humanos, esto quiere decir que es natural que nos hagamos preguntas sobre la existencia de Dios, sobre la religión, sobre los  sacramentos, sobre la Iglesia…

o       Es natural que, como seres pensantes y libres, nos cuestionemos y manifestemos perplejidad. No consideremos como una tentación peligrosa las preguntas sobre Dios y sobre la religión. No son una tentación que hay que rechazar, sino que son oportunidades para crecer y para madurar.

 

ü      Quizás somos católicos  por inercia social, es decir, porque nacimos en unas familias tradicionalmente católicas, en las cuales los sacramentos iban marcando la vida de sus miembros, desde el nacimiento hasta la muerte, pero sin que hayamos hecho una apropiación personal de estas creencias religiosas.

 

ü      Las preguntas sobre Dios y sobre la religión nos piden hacer un alto en el camino para revisar críticamente lo que hemos recibido de nuestros mayores.

 

ü      Quizás hemos vivido una fe puramente emotiva, que se ha conmovido ante la estética de determinados ritos (pensemos en la hermosura del canto gregoriano o en el incienso y la elegancia de las grandes ceremonias o en la luminosidad de unos vitrales medievales).

 

ü      Para muchas personas, el  Cristianismo es algo puramente estético, que no conduce a un compromiso existencial y que no  resiste los embates de la primera crisis. La pregunta que hace Juan Bautista es una invitación a explorar los fundamentos de nuestra fe y a no quedarnos en la superficialidad de las apariencias.

 

ü     Hay muchas personas que se hacen las preguntas pero no encuentran las respuestas o las buscan en el lugar equivocado:

 

o       No prestemos atención a los charlatanes  ni a los ignorantes que se las dan de sabios, porque perderemos el rumbo.

o       No nos dejemos engañar por los que manipulan los espejitos deslumbrantes de teorías esotéricas que suenan bien, pero que no tiene ningún asidero racional.

 

ü      En el evangelio de hoy encontramos una pista muy interesante para responder a las inquietudes manifestadas por Juan Bautista: “Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia”.

 

ü     En otras palabras, Jesús está diciendo que su programa no consiste en palabras vacías ni en discursos ampulosos, sino en hechos concretos de servicio a los demás, en particular a los más necesitados.

 

ü      La mayor prueba de que Jesús es la manifestación del Padre es el testimonio de su vida, ratificado con su muerte en la cruz, y resucitado por el Padre, quien lo constituye en Señor de todo lo creado.

 

ü      Este testimonio de coherencia y entrega se  sigue repitiendo a lo largo de los siglos en el compromiso silencioso de millones de mujeres y hombres cuyo proyecto de vida es el servicio y el amor a los hermanos.

 

ü     Es hora de terminar nuestra meditación dominical:

 

o       Hemos escogido como tema central la pregunta de Juan Bautista a Jesús: “¿Eres tú el Mesías que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”

o       Esta pregunta es una voz de aliento para aquellas personas que experimentan dudas, vacilaciones y oscuridades en su vivencia de fe.

o       Estas preguntas sobre Dios y sobre la religión son maravillosas oportunidades de crecimiento y maduración.

o       Busquemos respuestas que tengan la solidez  del testimonio vivido.

o       Que en medio de nuestra búsqueda  repitamos la gran plegaria del Adviento: “Ven, Señor Jesús”.