Domingo II de Adviento, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

ü   Lecturas:

o       Isaías 11, 1-10

o       Romanos 15, 4-9

o       Mateo 3, 1-12

 

ü    Este tiempo del Adviento o de preparación para la Navidad gira alrededor de tres grandes figuras: el profeta Isaías, Juan Bautista y María.

 

ü     El domingo pasado profundizamos en la figura de Isaías quien, con ocho siglos de anticipación,  anunció al salvador de Israel y los rasgos constitutivos del Reino que construiría. Reino de justicia, de amor y de paz.

 

ü     El evangelio de hoy nos presenta la figura de Juan Bautista, cuya misión consistió en preparar a la comunidad para que acogiera al Mesías que estaba  próximo a iniciar su predicación.

 

ü     Juan Bautista fue  el último profeta del Antiguo Testamento y el primer anunciador del nuevo orden que trae Jesucristo. En la predicación del Bautista convergen el Antiguo y el Nuevo Testamento, la promesa y la realización de esa promesa.

 

ü     Llevados de la mano del evangelista Mateo, exploremos la vida de este personaje excepcional.

 

ü     Su nacimiento fue milagroso ya que sus padres, Zacarías e Isabel, eran ancianos y, por tanto, no estaban en condiciones de tener hijos.

 

ü    Fue primo carnal de Jesús, a quien llevaba seis meses, y con el cual debió compartir experiencias inolvidables en su niñez y en la adolescencia.

 

ü     El evangelio de hoy nos muestra a Juan Bautista en el desierto, dedicado de lleno a su actividad apostólica.

 

ü     La austeridad de su vida, patente en su vestimenta primitiva y en su alimentación de pura subsistencia (se alimentaba de grillos y de miel de abejas), lo convertían en un ser único; por eso acudían a escucharlo las gentes de Jerusalén, de Judea y del valle del río Jordán.

 

ü    Su mensaje estaba centrado en la conversión: exhortaba a sus oyentes a que cambiaran la manera de juzgar y de actuar de manera que se abrieran a ese Reino de Dios que estaba cerca y que muy pronto conocerían, gracias a la predicación de Jesús, el Mesías.

 

ü    ¿Por qué era creíble el mensaje de Juan? Porque quienes lo escuchaban percibían la total coherencia entre lo que decía y la forma como vivía.

 

ü    Esta coherencia  de Juan Bautista debería ser meditada por los padres de familia, los sacerdotes, los educadores. De nada servirán nuestras enseñanzas sobre los valores y la ética si no refrendamos lo que decimos con la forma como vivimos. Los niños y los jóvenes tienen una mirada penetrante e inmediatamente captan quién es auténtico y quién dice unas cosas pero no actúa en consecuencia.

 

ü     Juan bautizaba a quienes aceptaban su llamado a la conversión. Por eso lo llamaban el “Bautista”. ¿Qué significaba este bautismo? Era la expresión pública del compromiso adquirido. Era una forma de hacer visible, a los ojos de la comunidad, el deseo de cambiar de vida.

 

ü    Al escuchar su predicación y al ver su testimonio de vida, sus contemporáneos  se preguntaban si él era el Mesías. Muchos se hubieran sentido halagados por esta confusión. Sin embargo, Juan fue absolutamente claro en su posición: afirmaba ser simplemente el precursor, el que preparaba el camino. Aunque tuvo la oportunidad de convertirse en el centro de la atención, rechazó la tentación del protagonismo y todos los créditos fueron para Jesús y no para él.

 

ü    ¿Cuáles son las grandes enseñanzas que nos deja este personaje?

 

o       Juan Bautista nos da una lección de austeridad a quienes vivimos en medio de esta sociedad de consumo. No se trata de imitar su forma de vestir ni de copiar su dieta de grillos. No. Pero sí debemos superar la esclavitud de la moda, el culto a las marcas. Podemos vivir con menos cosas y viajar por este mundo “ligeros de equipaje”.

o       Juan Bautista nos da una lección de autenticidad al testimoniar en su vida diaria lo que proponía a los demás.

o       Juan Bautista nos da una lección de superación al invitarnos a la conversión. No podemos sentirnos satisfechos con lo que somos ni con lo que hacemos. Dejemos atrás la mediocridad. Siempre es posible mejorar.

o       Finalmente, Juan Bautista nos da una lección de discreción al rechazar todo posible protagonismo. No queramos ser el centro de las miradas, no pretendamos acaparar la atención. No queramos “robarnos el show” en las reuniones sociales. Juan tenía muy claro que el centro lo debía ocupar Jesús y que él debía pasar desapercibido.