Domingo de Ramos, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü    Lecturas:

o       Isaías 50, 4-7

o       Carta a los Filipenses 2, 6-11

o       Mateo 21, 1-11

 

ü     Hoy celebra la liturgia el Domingo de Ramos, que es el inicio de las solemnidades de la Semana Santa.

 

ü      Durante este tiempo de Cuaresma, los textos litúrgicos, en particular las lecturas de las misas dominicales, nos han venido preparando para la celebración de los grandes misterios de nuestra salvación, la muerte y la resurrección de Cristo.

 

ü     El Mesías entra solemnemente en Jerusalén, que es el centro religioso y político de Israel. El rey David la había constituido en su capital. Siglos después regresa a ella Jesús, el Hijo de David, montado en un burrito. Cada uno de los rincones y plazas de Jerusalén habla de esta relación, muchas veces tormentosa, entre el Dios siempre fiel a la alianza y un pueblo de dura cerviz.

 

ü    En ella se levantaba el Templo, que guardaba las Tablas de los Diez Mandamientos, que fueron entregadas a Moisés por Yahvé en la cumbre del monte Sinaí; sus murallas fueron cantadas por los profetas. Jerusalén fue, y sigue siendo, la ciudad santa por excelencia, que concentra las experiencias religiosas más profundas de la humanidad. Hacia ella dirigen sus ojos y sus plegarias los fieles de las tres grandes religiones monoteístas: los judíos, los cristianos y los musulmanes.

 

ü     Para entrar a Jerusalén, Jesús escogió el momento más importante, que era la celebración de la Pascua judía. Cada año los judíos celebraban la liberación de la esclavitud de Egipto comiendo el cordero pascual.

ü      Con motivo de las fiestas pascuales, confluían en Jerusalén los judíos de las provincias cercanas, así como los de la diáspora, es decir, aquellos que vivían en países lejanos.

 

ü     Jesús escogió, pues, como escenario para llevar a plenitud su obra de salvación, la capital espiritual de Israel y del mundo, así como el momento de mayor intensidad dentro de la vida de la comunidad.

 

ü     Jesús entró como Mesías – Rey, pero lo hizo rompiendo todas las expectativas que se habían tejido alrededor de este personaje que salvaría a Israel. Los judíos esperaban un Mesías – Rey que se haría presente rodeado de toda la parafernalia propia de los poderosos. Jesús, por el contrario,  tomó posesión de su capital montado en un burrito.

 

ü      Desde su nacimiento en una pesebrera, Jesús había roto todos los paradigmas. Su “hoja de ruta” habían sido las Bienaventuranzas. Su reinado no hacía alarde de poder sino que era, y sigue siendo,  para servicio de los seres humanos, en particular de los más débiles.

 

ü     Muchos de los visitantes de Jerusalén habían sido testigos de los prodigios que había obrado. Otros se habían enterado por los comentarios de sus vecinos. A medida que Jesús recorría en su modesto burrito las estrechas calles de la ciudad, la gente lo fue reconociendo, la noticia se extendió y todos se acercaban a este ser tan especial pues querían verlo de cerca, querían tocarlo.

 

ü     El texto de San Mateo describe con precisión esta conmoción popular: “La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba: ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Viva el Altísimo!”

 

ü     Si hacemos una lectura cuidadosa de los textos litúrgicos de la Semana Santa, encontraremos elementos muy interesantes de lo que los especialistas en Ciencias Sociales llaman la “Psicología de las masas”:

 

o       El día que Jesús entró en Jerusalén, las multitudes, al reconocerlo, lo acogieron como si fuera una estrella pop: las multitudes se agolparon, gritaron, se atropellaron; seguramente hubo algunas personas desmayadas...

o       El Viernes Santo constatamos, con dolor, que  muchos de los que lo habían proclamado como el Mesías – Rey gritaron como dementes: “¡crucifícalo, crucifícalo!”

o       Los seres humanos somos volubles, pasamos bruscamente del amor al odio. Esta inestabilidad se hace mucho más fuerte cuando los individuos entramos a formar parte de una multitud; allí nos masificamos, renunciamos a nuestra autonomía, nos dejamos manipular.

o       Jesús fue una víctima más del humor cambiante de las multitudes.

 

ü      Además de las multitudes que acogieron con sus cantos y gritos a Jesús, hubo otro colectivo que observó con preocupación este fenómeno religioso – político. Se trata del colectivo de los enemigos de Jesús, quienes ya habían decidido eliminarlo pues se había convertido en un ser que estorbaba a sus planes.

 

ü     Que esta eucaristía que celebramos el Domingo de Ramos sea una verdadera introducción  a la Semana Santa, cuando conmemoraremos el amor infinito de Dios Padre que nos entrega a su Hijo para que, a través de Él,  podamos participar de la vida divina compartiendo  su pascua.

 

ü     Quiero exhortarlos para que estos días santos sean en verdad santos, dedicados a la vida de familia y al fomento de la espiritualidad que tanta falta nos hace. Participemos activamente en las ceremonias litúrgicas de esta Semana.

 

ü     Cada cosa tiene su tiempo en la vida. Y la Semana Santa es tiempo de encuentro con nosotros mismos, con nuestra familia y con ese Dios que tanto nos ama. La rumba tiene otro momento.