Santísima Trinidad, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü     Lecturas:

o       Éxodo 34, 4b-6. 8-9

o       Segunda carta a los Corintios 13, 11-13

o       Juan 3, 16-18

 

ü    Hoy celebra la Iglesia la fiesta de la Santísima Trinidad. Debo reconocer ante ustedes que es muy difícil predicar sobre este misterio porque las palabras humanas son muy torpes y limitadas para expresar que Dios es, al mismo tiempo, la perfecta unidad y la perfecta comunidad de amor. Las palabras técnicas que utiliza la doctrina de la Iglesia para referirse a la Trinidad suenan extrañas e incomprensibles para el pueblo de Dios

 

ü     Antes de explorar los elementos que nos ofrecen las lecturas de hoy, que nos hablan de un Dios clemente y compasivo, rico en misericordia y lealtad, quisiera  poner de manifiesto algunas imágenes de Dios que son  frecuentes entre la gente:

o       Hay personas que consideran que la existencia de Dios es una amenaza contra nuestra libertad; creen que son incompatibles Dios y nuestra capacidad de decidir. Por eso optan por el ateismo.

o       Otras personas ven a Dios como una auditoría incómoda, que controla minuciosamente todos nuestros actos y que está al acecho de la más pequeña infracción para castigarnos.

o       Hay personas que ven a Dios como el supremo neurótico que nos impide ser felices y que actúa como el “aguafiestas” de nuestras alegrías.

 

ü     Es natural que nos preguntemos por qué millones de seres, y entre ellos familiares y amigos nuestros,  han desarrollado estos imaginarios negativos sobre Dios.

o       Esta pregunta tan complicada, que nos lleva a  las honduras de la libertad y del inconsciente, no permite respuestas simplistas.

o       Ciertamente tienen una enorme influencia los  comentarios sobre Dios que escuchan los niños de  labios de los mayores.

o       También tienen  un peso determinante en esos imaginarios sobre Dios las experiencias vividas. Acabo de leer un libro  impresionante sobre el campo de concentración de Auschwitz, donde la crueldad humana alcanza dimensiones inimaginables. Para una persona que haya padecido este infierno, o para alguien que haya sufrido las crueldades de guerrilleros y paramilitares en nuestro país, es casi imposible creer en la bondad humana y reconocer que existe un Dios justo que quiere que seamos felices... Hay experiencias tan negativas que marcan para toda la vida.

 

ü    Después de estas reflexiones sobre los imaginarios de Dios, volvamos a los textos litúrgicos de este domingo.

 

ü    La mejor definición de Dios nos la ofrece el evangelista San Juan: Dios es amor; y el amor es sinónimo de  entrega,  donación y diálogo.

 

ü     La vida de la Trinidad es una vida de amor. El Padre pronuncia una Palabra eterna, y esa palabra es su Hijo, el Verbo  de Dios; el Padre y el Hijo se aman y el fruto eterno de ese amor es el Espíritu Santo. La vida trinitaria es un darse y un aceptarse, un fluir eterno de vida.

 

ü    Ahora bien ese amor de Dios en su ser íntimo tiende a salir de sí, a comunicarse. Esta dinámica del amor de Dios  que se comunica nos ayuda a entender  por qué  la acción creadora de Dios:

o       La acción creadora de Dios arranca con el "big bang" o explosión inicial, continúa a lo largo de millones de años a través de la evolución y es confiada a nosotros, sus colaboradores, para que la gestionemos mediante la ciencia y la tecnología. Por eso no podemos ver la obra creadora de Dios como algo puntual sino como un proceso que seguirá hasta el fin de la historia.

o       Cuando uno observa las maravillas de la creación, tanto en el mundo microscópico como en la inmensidad del cosmos, tiene que reconocer que semejante perfección y complejidad no pueden ser fruto de la casualidad sino que son el resultado de la planeación  sofisticadísima de un ser superior.

o       Debemos ver la creación, no sólo como manifestación del poder de Dios, sino principalmente como un acto de amor: Dios no quiere permanecer solo, quiere compartir su vida, quiere comunicarse con criaturas hechas a su imagen y semejanza. Por eso la creación, en su infinita riqueza, es la casa que Él diseñó para que la ocupáramos sus hijos.

 

ü    No contento con habernos puesto a vivir en  una espléndida residencia, nos regala a su Hijo. San Juan expresa solemnemente el misterio de la encarnación: “La Palabra se hizo carne y estableció su tienda en medio de nosotros”. Y cuando esa Palabra hecha carne en Jesús de Nazareth termina su ciclo histórico y regresa junto al Padre,  nos deja al Espíritu Santo.

 

ü    ¿Qué pretende Dios al crearnos, al darnos a su Hijo y al dejarnos el Espíritu Santo como compañero de camino? Lo dice con gran  precisión el evangelio de hoy: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que tengan vida eterna”. Esta es la oferta que Él nos hace. Dios nos ama y quiere comunicarnos su vida divina, nos invita a vivir en comunión con Él pues somos sus hijos.

 

ü     Los grandes escritores de la Iglesia han encontrado una profunda correlación entre la Trinidad y la vida familiar; profundicemos en esta correlación:

o       La vida familiar auténtica es una dinámica de amor; los esposos se entregan uno al otro, y ese amor de la pareja se prolonga en los hijos. Así como el amor es generador de vida, el odio es generador de destrucción y muerte.

o       La vida familiar auténtica exige una comunicación transparente, sin verdades a medias ni encubrimientos.

o       Podemos comparar la intimidad de Dios con la vida familiar: El Hijo, que se hace carne en Jesús, es la Palabra eterna del Padre, y el Espíritu Santo es el amor del Padre y el Hijo; la vida de Dios es, pues, comunicación y amor; de manera semejante, la vida familiar se construye en el amor como entrega y en la comunicación veraz.

o       A medida que las familias crecen en su entrega mutua y consolidan su comunicación honesta crecen como imágenes y semejanzas de Dios amor, que es la perfecta comunidad en la perfecta unidad.  

ü     Que esta fiesta de la Santísima Trinidad nos sirva para descubrir que Dios no es un ser distante, incomunicado, sino que su plan  es comunicarnos su vida. Y esta vida divina  ustedes se la pueden apropiar viviendo a plenitud su vida de familia, como esposos, padres, hijos, abuelos, hermanos...