V Domingo de Pascua, Ciclo A

Juan 14,1-12: Las pruebas de la fe

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

El hombre moderno despertó del sueño de la fe porque fue capaz de conocer las cosas por sus causas. Con rigor crítico, no da crédito a nada que no sea comprobable empíricamente. Creyó que Dios era una proyección de todo lo que ignorábamos. Que cuanto más supiera el hombre, menos necesidad tendría de la fe. Dios retrocedía en la medida en que el hombre avanzaba. Cuando todo estuviese explicado, ese día celebraríamos los funerales de la religión. ¡Insensatos! Después de tres siglos de euforia racionalista nos damos cuenta que las cosas explicadas tienen aún más necesidad de ser explicadas que las otras.

El problema está  en que no todas las realidades encajan en el mundo material donde es fácil aplicar los criterios cuantificables y mesurables. Pensemos por ejemplo en la psicología o psiquiatría que día a día ganan más espacio en el ámbito laboral, educativo y familiar. ¿Quién se atreve a dudar de ellos a pesar de ser inaferrables? 

Y en relación con Dios ¿qué más pruebas nos pudo dar para que creyéramos en él y abandonáramos el indiferentismo y el relativismo religioso? El rico Epulón pidió que resucitara un muerto para que sus hermanos, que eran liberales, se convirtieran.  El muerto no resucitó, pero sí lo hizo Cristo. Por eso este domingo nos dice: “Si no creéis en mis palabras, al menos creed en mis obras”. 

¿Cuáles son esas obras? Dios quiso permanecer con nosotros, pero no de modo arbitrario o subjetivo, en forma de energía o éter, sino de modo sacramental y por eso instituyó a la Iglesia católica, fundada en la persona de Pedro y cuya cabeza visible hoy es el Papa Benedicto XVI.  Cristo se halla vivo en la Iglesia bajo la forma sacramental de la Eucaristía, vida del alma; está presente con su Palabra hecha evangelio y auténticamente interpretada por el magisterio de la Iglesia y se percibe dinámico, activo en el ejercicio de la caridad.

Cristo nos desafía y nos dice: si no dan fe a mis palabras, al menos miren a mis obras. Se adelanta muchos siglos para encontrarse con el hombre del iluminismo, del racionalismo, del hombre del siglo XXI amante de las pruebas.  Los que se atreven a hacer la experiencia no quedarán defraudados. André Frossard lo expresa hermosamente en su libro “Dios existe, yo me lo encontré”. El se  sentía como una lechuza que, hacia el mediodía, hace la experiencia del sol. El encuentro con Dios será lo que endulce su alma con un Amor que promete hacer corta la eternidad.