X Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 9, 9-13: Historias fantásticas

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

          Para una persona poco familiarizada en el campo de la vida religiosa, le podrá resultar aburrido pensar en este tema. Pero se equivoca, pues si hay algo fascinante es conocer cada una de estas historias.

            La vocación es un “don y un misterio”, como decía Juan Pablo II. Hay vocaciones simpáticas, dramáticas, inesperadas, cardiacas. En todas ellas se ve la presencia de Dios que un día llegó a la ribera de nuestra vida para lanzarnos un reto: “ven y sígueme”. Lo maravilloso es que esta invitación sigue cautivando a adolescentes y universitarios. Para los llamados a temprana hora de la vida habrá significado dejar una bicicleta, mientras que para los maduros habrá significado dejar tal vez un auto; el primero dejó la mascota, el segundo la novia; el primero dejó sus libros, el segundo unos títulos, pero ambos lo dejarlo todo.

            Conozco vocaciones simpáticas como la del padre Rafael, que cuando supo que su mejor amigo se había ido al seminario de Salamanca fue a rescatarlo. ¿Saben qué ocurrió? Que el amigo finalmente se fue, y el “rescatista” se quedó, porque la paz, la dicha y la alegría que experimentó en ese lugar jamás la había sentido y por eso decidió seguir la vocación.

            Las hay originales, como la del padre Raúl que de joven trabajaba en un MacDonals. Cierto día llegó un cliente que pidió cubiertos para comerse la hamburguesa. Intrigado por saber quién sería ese excéntrico cliente se encontró con un sacerdote simpático que lo cautivó y más adelante decidió cambiar de empresa. Ahora es sacerdote.

            Hay vocaciones de mujeres exitosas, bellas, como la de una religiosa carmelita española que lo tenía todo en la vida: fama, belleza, renombre, y todo eso no fue suficiente para colmar de dicha su corazón, de modo que decidió abandonar el mundo por seguir a Cristo. Ingresó con las hermanas carmelitas descalzas y en su convento irradia una belleza y hermosura propias de un alma poseída por Dios.

            Están también los conversos, como santa María Egipciaca, una mujer de vida disoluta que se entregó al servicio de Dios y de los hombres. El reciente fallecido cardenal francés Lustiger, converso judío, quien se mantuvo fiel al don que Dios le regaló. Hay conversos que permanecen en su estado de vida dando valiente testimonio de su fe como por ejemplo el actor y cantante, Eduardo Verástegui, la periodista Alessandra Borghese o el empresario Leonardo Mondadori.

            La vocación es una aventura jubilosa junto a Dios en el sacerdocio o vida consagrada. Dios llama a cada uno, cuando quiere y como quiere, sólo aguarda respetuosamente la respuesta.