Fiesta. Bautismo del Señor

Marcos 1, 7-11: El bautismo de Jesús

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Vacunar a los niños pequeños es un deber que nadie cuestiona. No hay mamá que difiera la medicina para cuando el niño crezca y decida libremente si quiere recibir ese pequeño pinchazo. Una vez vi a un bebé sonreírle y hacerle caritas a la enfermera que le iba a inyectar. ¡Pobrecito! No sabía lo que le venía. También se registra a los niños y se les saca su acta de nacimiento, pues de otro modo quedaría sin antecedentes familiares y sociales. Si todo esto lo hacemos en el orden material, no hay que omitir los deberes en el orden espiritual. Uno de estos deberes es el bautizar a los niños.

            Este domingo estamos celebrando el bautismo de Jesús en el Jordán. Jesús se acerca a su primo san Juan y le pide que lo bautice. Juan se resiste porque sabe que él bautiza con agua, pero Jesús viene para instituir un bautismo con la acción del Espíritu Santo. Se sentía tan indigno que con admirable humildad declara que él no es capaz de desatar las correas de sus sandalias. Jesús le ruega que lo bautice, porque en ese momento santificaría el agua, no sólo del Jordán, sino de todos los baptisterios del mundo.

¿Para qué sirve el bautismo? Repasemos rápidamente tres efectos del sacramento:

1. Así como el acta de nacimiento certifica quién eres tú, quiénes son tus padres, de qué nacionalidad eres y te hace parte de un pueblo; el bautismo confiere la dignidad de ser hijo de Dios, te otorga la ciudadanía del cielo y te abre un expediente para la eternidad. El que no se bautiza le pude pasar lo que al viajero inexperto que al llegar a migración le piden su pasaporte y si no tiene, simplemente no lo dejan entrar porque es un extraño. Tenemos varios pasajes en el evangelio en que llegan los invitados a la fiesta y tocan, pero el dueño de la casa no deja entrar a algunos porque no los conoce: “¡Señor, Señor, ábrenos! Pero él respondió: "En verdad os digo que no os conozco." (Mt. 25,12)

2. El bautismo concede la gracia santificante y hace del hombre morada del Espíritu Santo. Etimológicamente la palabra gracia significa: alegría, soltura, salero. La persona que recibe la gracia de Dios se dispone de mejor modo para estar habitualmente alegre, feliz y contenta. La gracia es la que nos enseña a sonreír, a gustar, a agradecer. La verdadera felicidad es manifestación de la presencia de Dios en el alma.

3. El cirio simboliza la luz con que resplandecen las buenas obras delante de Dios. El rito de la sal simboliza la protección de la muerte y de la corrupción. Por eso dijo Jesús: Vosotros sois la sal de la tierra. La sal es lo que da sabor a la comida. Sabor viene de la misma raíz que sabiduría. El bautismo nos da la sabiduría.