Solemnidad. Natividad del Señor
Misa de medianoche (Misa de Gallo).
San Lucas, 2, 1-14:
Vino a los suyos

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

“Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada”. (Lc. 2,7) 

En una ocasión en la que llegaba de un viaje, que si no era largo, si había sido bien preparado, resulta que al salir a la sala de espera, me doy cuenta de que nadie me estaba esperando. Miro para un lado, miro para el otro y nada. En ese momento existencialista me vino de inmediato la pregunta: ¿Qué hago yo aquí? ¿Para qué vine? ¿Hay alguien que me necesita? ¿A alguno le hago falta?

Permaneces allí hierático, impertérrito.  De repente parece que se acerca alguien. Sí, viene alguien hacia mí y me pregunta: -¿se le ofrece taxi? – No, gracias.  Sigo allí de pie como tratando de no desanimarme. En ese momento recordé con especial viveza las palabras del evangelio de san Juan: “Vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron. Pero a los que lo recibieron, les dio el poder ser hijos de Dios”. (Jn. 1,11) 

La noche de navidad es para contemplar, para dejar que el misterio de todo un Dios omnipotente hecho Niño nos hable y nos sorprenda.  No podemos perder la capacidad de asombro ante el misterio de Belén. Como uno más de los pastores, nos acercamos a la cueva. Ellos van alegres porque han recibido del cielo el anuncio de un ángel que les comunicó una buena noticia que será motivo de alegría para todo el mundo: “hoy les ha nacido, en la ciudad de Belén, un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontraréis al niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre”. (Lc. 2,10)

Si nos vamos acercando podemos contemplar también la estrella de Belén en un cielo abierto donde no hay nubes y el viento corre libre y fresco.  Las estrellas titilando en medio de la oscuridad. De puntillas nos asomamos a la cueva. ¡Cuánta paz se percibe en ese lugar! Nos podríamos quedar mirando el recién nacido que es glorificado por los ángeles. Allí está la Virgen María, san José y el Niño.  Cada uno de ellos representa una de las virtudes teologales: La Virgen María representa la fe, san José representa la confianza en Dios y El Niño Dios representa la caridad.  

La Virgen María: ¡Feliz la que ha creído porque se cumplirán las promesas por parte del Señor! 

María nos enseña a creer en el poder salvador de Dios que quiso redimirnos a través de su Encarnación, Muerte y Resurrección.  Él pudo haber elegido otros modos, pero su amor por los hombres llegó al extremo de abajarse hasta tomar un cuerpo como el nuestro para redimirnos y elevarnos al cielo.

En realidad, la noche de navidad hay dos mujeres que están encinta, la primera es la Santísima Virgen María que va a dar a luz al Salvador del mundo y esta noche la contemplamos en la cueva de Belén, rodeada de los cánticos de tantos ángeles del cielo que dan gloria a Dios y prometen paz a los hombres de buena voluntad. 

Y este nacimiento se perpetúa en las manos de los sacerdotes cuando consagran el pan y el vino y se transforman en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.

Pero también esta noche el mundo está encinta, pero a diferencia de María, el mundo se resiste a dar a luz el amor. Es el mundo que no quiere dar el amor, se resiste en recibir al Salvador.  Tal vez por eso la navidad, siendo el período más hermoso del año, está siempre envuelta de luz y de sombra; de alegría y tristeza;  de esperanza y soledad.  

En realidad navidad es la noche más importante de la historia. Decía san León Magno: “Este es el don que excede a todos los demás. Dios llama hombre a su Hijo y el hombre llama a Dios "Padre". Qué gran noticia para todos: Somos hijos de Dios. Por la gracia, hemos sido adoptados en su familia. Esta verdad los teólogos la llaman filiación divina. 

San José representa la confianza en Dios. Es el varón justo que asume su vocación histórica de ser el custodio de la Sagrada Familia. En él aprendemos a confiar sobre todo en los distintos momentos de la vida. En realidad sería una ingenuidad esperar que la historia se vuelva perfecta pues también ella está herida por el pecado.  En medio de las dificultades y problemas, contemplar a san José que atento a la voluntad de Dios supo cumplir su misión con altura y gallardía. 

El Niño Dios es la expresión del amor de Dios a los hombres. ¿Qué más podemos pedirle a Dios? Él nos habla a través de la Encarnación, Nacimiento, Muerte y Resurrección de su Hijo.  Se hace Niño para atraernos a todos hacia sí.

Belén nos revela el corazón del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Nos revela el misterio del amor misericordioso que no abandonó al hombre, sino que lo redimió y lo elevó a la condición de hijos de Dios. = 

Esta noche acerquémonos a adorar al Niño Jesús que yace envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Démosle un beso cargado de gratitud, adoración y deseos de ser santos.