Reflexiones Bíblicas
San Mateo 15, 1-2. 10-14

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

Entonces se acercaron a Jesús unos fariseos y letrados de Jerusalén y le preguntaron:
-¿Se puede saber por qué se saltan tus discípulos la tradición de nuestros mayores y no se lavan las manos antes de comer?
Y llamando a la multitud, les dijo:
-Escuchad y entended: No mancha al hombre lo que entra por la boca; lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre.
Se acercaron entonces los discípulos y le dijeron:
-¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oír esas palabras?
Respondió Él:
- El plantío que no haya plantado mi Padre del cielo será arrancado de raíz. Dejadlos, son ciegos y guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo.


COMENTARIOS

"Fariseos y letrados de Jerusalén": comisión llegada del centro de la institución judía, con objeto de censurar la actitud y conducta de Jesús.

Jerusalén daba las normas para toda la comunidad judía, tanto en Palestina como en la diáspora. El centro de la institución está alarmado. "Los letrados" son las máximas autoridades doctrinales y los maestros de la Ley. Los fariseos, sus minuciosos observantes.

Atacan a Jesús por la conducta de sus discípulos, de la que Él es responsable. Jesús enuncia ante la multitud el principio general. No es el contacto con el mundo exterior lo que mancha al hombre, sino su propia actividad respecto al mundo exterior. No hay alimento impuro, ni tampoco alimento que impurifique por no cumplir ciertos ritos. El hombre queda libre para su trato con la naturaleza y con los demás hombres.

Los fariseos se escandalizan de las palabras de Jesús, que tiran abajo la tradición que ellos pretenden observar y con la que ganan su fama de santidad y su influjo sobre el pueblo. Jesús niega que la piedad farisea centrada en la observancia de la tradición sea cosa de Dios; es contraria a Dios, quien se encargará de arrancarla (cf 5,20). Con su recomendación: "dejadlos", independiza a sus discípulos de la autoridad de los fariseos y de su tradición. Piensan ser guías de los ciegos (cf. Rom 2,19s) y en eso ponen su orgullo. Pero los pretendidos guías son ciegos ellos mismos. Su ceguera consiste en poner la Ley y su interpretación por encima del hombre, contrariamente al plan de Dios (12, 1-14).