Reflexiones Bíblicas

San Marcos 4,35-41 

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: "Vamos a la otra orilla." Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: "Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?" Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: "¡Silencio, cállate!" El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?" Se quedaron espantados y se decían unos a otros: "¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!" 


Comentario

Para la carta a los Hebreos la fe es "seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve", obediencia a la llamada de Dios, creer en las promesas, morir incluso sin haber recibido el premio, buscar una patria mejor, ofrecer lo más valioso. Para el evangelio es creer que Jesús es más fuerte que el mal. Una conclusión: los comportamientos manifiestan la propia fe. Y una enseñanza: nada hay por encima de la fe.

Nuestra vida nos sitúa frente a las propias creencias. Podemos decir que nuestro Señor es Jesús y, sin embargo, adorar cotidianamente otros muchos dioses. Podemos incluso tener el arte de disimular frente a los demás nuestras inseguridades y hasta no ser conscientes de ello.

La reflexión nos lleva a descubrir que la fe, antes que nada, es un don. Podremos esforzarnos en una vida desinteresada y de servicio generoso, pero la confianza en Dios es un regalo que permanece cuando no ha llegado lo que se esperaba. Cuando nos situamos frente a los demás, cuando los comportamientos ajenos desvelan quiénes somos y cuál es nuestra situación, cuando afloran los peligros personales o los miedos por las personas a las que amamos, entonces comprendemos el significado de la fe.