Reflexiones Bíblicas

San Marcos 7,14-23
Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: "Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga." 

Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. El les dijo: "¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y se echa en la letrina." Con esto declaraba puros todos los alimentos. Y siguió: "Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro." 

COMENTARIOS

Volvemos a la escena del día anterior. En la plaza, están Jesús y sus discípulos, las gentes, los escribas y los fariseos a quienes Jesús acaba de reprender. Jesús toma la Palabra y se dirige a la gente: "Oíd y entended". Invita a colocarse en actitud de escucha y de aprendizaje; como buen pedagogo, va a aprovechar esta circunstancia conflictiva, para concluir el eje de su enseñanza: la maldad y la suciedad no están afuera por tanto no es la purificación externa la que construye a las personas sino su transformación interna.

Jesús está corriendo un riesgo enorme pues está deslegitimando la enseñanza que la gente ha recibido durante años, en frente de los maestros que la han transmitido, sirviéndose de ella para mantener privilegios, e invita a cada oyente a tomar posición con una sentencia determinante y enigmática: "Quien tenga oídos que oiga". A diferencia de los viejos maestros, Jesús no fuerza, ni obliga, simplemente hace una oferta que permite a quienes lo escuchan formar su propio criterio y asumir una postura personal.

Luego, en lo íntimo de "la casa" habla con sus discípulos. A ellos también les reprocha y les insiste: La pureza o la impureza no se define en prácticas cultuales sino en la vida, allí donde se debate el ser humano entre egoísmos, robos, mentiras, homicidios, fraude, avaricia, etc. La vida del creyente no se determina por sus prácticas religiosas o cúlticas sino por su batalla interior que le transforma día a día, en un ser capaz de relacionarse de forma constructiva consigo mismo, con los demás y ser así, signo de la presencia de Dios en su entorno.