Reflexiones Bíblicas
San Juan 6,16-21

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J  

 

 

Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo: "Soy yo, no temáis." Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.

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Juan continúa relatando los acontecimientos tras la escena de la multiplicación de los panes y los pescados que recordábamos ayer. Mientras Jesús se retira en oración, los discípulos se atreven a desafiar el mar en medio de la oscuridad más grande de la noche. En la cultura hebrea el mar es símbolo de las fuerzas desconocidas que amenazan la existencia humana. El viento, las tormentas y huracanes simbolizan todas las dificultades que deben enfrentar los proyectos humanos, ante las cuales se suele sucumbir con facilidad. La comunidad cristiana, simbolizada en la barca vacilante que desafía los elementos adversos, propone un proyecto de vida que pretende conducir a sus integrantes de la peligrosa orilla del triunfalismo y el fácil mesianismo (los que ayer querían proclamar rey a Jesús porque parecía ser un excelente líder político), a la rivera segura de la solidaridad y la fe, que constituyen el verdadero proyecto del Salvador. El hecho de que Jesús camine sobre las aguas, o sea sobre los elementos adversos, le demuestra a la comunidad que no está sola en su tarea, sino que es el Maestro en persona quien la acompaña en esta empresa. Por eso, cuando hacen el ademán de acogerlo, llegan sin más a la otra orilla. La comunidad de discípulos crece en la medida que es capaz de remar contra la corriente y de acoger a Jesús en la barca; si hace esto, ya «toca tierra en el lugar al que se dirige».