Reflexiones Bíblicas
San Lucas 13,10-17

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: "Mujer, quedas libre de tu enfermedad." Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: "Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados." Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: "Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo llevaba a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?" A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía. 

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Jesús se encontró una mujer completamente doblada por su enfermedad a la entrada de la sinagoga. Las mujeres, en aquella época, se quedaban en la entrada o en un lugar aparte, separadas por una reja. Ellas eran seres humanos de segunda clase y se contaban entre las posesiones del varón (Ex 20, 17). Estaban atadas a una sociedad que las ponía en el último lugar y doblegadas por un sistema que nos les daba alternativa para valorarse a sí mismas.

Jesús llama a la mujer, y la libera de todos los prejuicios que la sociedad le había impuesto. Prejuicios que seguramente la atormentaban tanto que le causaban perturbaciones mentales, interpretadas como una posesión demoníaca. La palabra que Jesús le dirige es un reconocimiento de la libertad que debía gozar como ser humano. Más aún, el contacto físico al imponerle las manos, rompía con todos los preceptos que prohibían entrar en contacto con un enfermo. La mujer, al contacto con Jesús se endereza y alaba a Dios. Antes era sólo una víctima de una sociedad excluyente, ahora es una mujer liberada que se incorpora al servicio de Dios. 

Esta acción liberadora provoca un choque con el jefe de la sinagoga que no admite que se violen los preceptos religiosos y, sobre todo, que haya curado en sábado. Jesús le responde poniendo en evidencia la falsa piedad de los presentes. Pues, si uno procura el bien de unos animales, ¡cómo no realizar el bien a favor del ser humano!