Reflexiones Bíblicas
San Mateo 14, 13-21

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, El Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. 

Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer." Jesús les replicó: No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer." Ellos le replicaron: Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces." Les dijo: Traédmelos." 

Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. 

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El profeta Jeremías anuncia el retorno a la comunidad que vive en el exilio. La esperanza vuelve para todos aquellos que, por la fuerza, habían sido desplazados a una tierra ajena y desconocida. Pero, para el profeta lo más importante no es la recuperación de los terrenos, sino la posibilidad de realizar «el proyecto de Dios». El profeta sueña con una comunidad que realice los ideales de paz, justicia y fraternidad. Desafortunadamente, después del exilio, el pueblo se concentró únicamente en la reconstrucción de las estructuras físicas (Templo, murallas, ciudades) y descuidó el proyecto social. Los desequilibrios económicos comenzaron, entonces, a crecer hasta niveles insostenibles de hambre, marginación y pobreza. Jesús experimentó en persona las consecuencias de esta manera de proceder, pero, en vez de quedarse en la queja y la denuncia, pasó a proponer una alternativa de vida y dignidad

La muerte de Juan Bautista y los temores de Herodes obligan a Jesús a marcharse a un sitio despoblado. Sin embargo, la multitud lo sigue para recibir sanación y consuelo. Jesús se compadece de ellos, y aunque han resultado sordos a su predicación, se preocupa por curar a los enfermos. 

Caída la tarde, los discípulos se inquietan al ver a la gente hambrienta. La respuesta de los discípulos únicamente funciona de acuerdo a la ideología vigente: mandarlos a comprar lo necesario. Jesús, aplicando la lógica del Reinado de Dios, los invita a compartir: «denles ustedes de comer». La comunidad de discípulos estaba reservando para sí misma lo que ellos consideraban su propio alimento. Jesús exhorta a dar de lo que necesitan. Esa entrega generosa produce resultados abundantes. La multitud empieza a compartir lo que tiene, en vez de guardarlo para sí misma. Así la solidaridad se contagia y todos reciben lo necesario. Al final queda un excedente que puede beneficiar a todo el pueblo.

Los sentimientos de compasión, misericordia y justicia que Jesús experimentaba ante el pueblo abandonado, deben estar presentes en el espíritu que anima la acción apostólica de las iglesias. De otra manera quedarán atrapadas en la lógica que impone la mentalidad del vigente sin dar una respuesta cristiana al clamor de las personas.

¿Cómo vivimos la misericordia en nuestras comunidades cristianas? ¿Qué podemos hacer para mitigar los efectos de la pobreza y marginación?