Mateo 13, 36-43. 

Jesús siembra la buena semilla 

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Ya se nos decía en la explicación de la parábola de la cizaña la coexistencia del sembrador bueno
con el sembrador malo y también de los seguidores del Reino con los secuaces del anti-reino. 
Nuestra humanidad aparece rota, dividida en dos ejércitos contrarios. Se insiste en la descripción del 
Juicio Final, cuyo protagonista será Cristo glorioso, que nos liberará de todo mal.


Descubrimos a un Dios paciente y tolerante. Un Dios, que no acoge el mal; antes al contrario, lo 
repele y lo descubre para acabar de raíz con él. Difícil, porque el mal está camuflado de mil maneras.
La cizaña oprime y destruye el buen grano, pero la última palabra la tiene Dios. Y en El está nuestra
esperanza.


Explica Jesús cada uno de los términos de la parábola de la cizaña y su correspondencia con la 
realidad, anunciada siempre en lenguaje apocalíptico.


Nos invita después a mirar cómo el Reino de Dios está ya y crece en el mundo: en todas las esferas
de la vida profana. La obra divina va madurando a través de la historia humana, que también hoy se 
transforma en sagrada.


Denuncia Jesús nuestra violencia, que nos impide entender la manera de actuar de Dios. Así los
violentos condenan la violencia, ellos que son violentos, y excluyen y reprimen para que triunfe el bien.
Dios, en cambio, permite que el mal se desarrolle y sólo sea vencido mediante el misterio de la cruz. 
Su justicia se manifestará al fin. Pero si echamos una mirada a la Historia, descubrimos que a la 
misma Iglesia le falta mucho para entender el actuar de Dios y seguirle. Y a cada uno de nosotros,
también.Unicamente la práctica del bien (verdad/justicia/paz/fraternidad/) ofrecerá la luz, que necesita 
el mundo para hacerlo nuevo. Con Jeremías decimos: "Reconocemos, Señor, nuestra impiedad;
hemos pecado contra Ti". "Quien tenga oídos, que escuche."