Mateo 14, 22-36

"¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Jesús despidió a la gente y subió a la montaña para orar a solas. Y. orando solo, pasó toda la noche
en oración. Nos impresionan estos retiros en verdad frecuentes de Jesús. ¿Qué le movería a retirarse?
¿De qué hablaría con el Padre? Un misterio verdaderamente.


Antes del amanecer se dirige a los discípulos. Estaban en el mar, subidos en la barca. Les había pillado
una tormente y tenían mucho miedo. Y sucedió lo extraño: se dirige a ellos para ayudarles y darles
ánimo caminando sobre el agua. Todo un símbolo, que nos habla de su poder sobre el mar y también
su poder sobre el mal y la muerte.


El evangelio de hoy es todo un relato pascual. Tiene todos los rasgos de las apariciones que hará a sus
discípulos después de su Resurrección. Destaca la importancia que Mateo da a Pedro, que intenta 
caminar sobre las aguas para salir al encuentro de Jesús y duda, vacila, cree que las aguas van a poder
con él. En Mateo siempre aparece Pedro como portavoz del grupo y con una misión especial.
En la escena, que nos describe el evangelio, Mateo:
-nos manifiesta el señorío de Jesús sobre la naturaleza;
-y así intenta transmitir a los Apóstoles paz y confianza, que les viene de su palabra, de su presencia, 
de su contacto físico.


Mateo resalta la fragilidad de la fe de Pedro, que se debate entre la duda, la confianza y el miedo. 
Igual les pasa a los demás Apóstoles. Pedro va a ser la piedra fundamental de la Iglesia. Y Jesús los 
sotiene a todos, especialmente a Pedro. De ahí que el desconcierto y miedo inicial se transformen en 
confesión de fe sincera, que les hace proclamar en voz alta: "Verdaderamente eres el Hijo de Dios".
En otra ocasión hace Pedro la misma confesión de fe. Y lo mismo hace el centurión romano junto 
a la cruz.


El Hijo de Dios que, por la resurrección vive junto al Padre, se acerca también a nosotros en cada
momento difícil, que tengamos, para confirmar nuestra fe y llevarla a su plenitud.
Que a cada uno de nosotros nos comprometa en la vida la misma confesión de Pedro y del Centurión:
"Verdaderamente eres el Hijo de Dios."