Juan 4, 43-54 

“Creyó en Jesús y se puso en camino”

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Este evangelio está dedicado especialmente a los que les basta la Palabra de Jesús y no necesitan de otros signos maravillosos (milagros) para creer en El.

Después de recorrer tierras extranjeras vuelve Jesús a Caná de Galilea, donde ya se habia manifestado como Mesís en unas bodas . Acaba de llegar; un funcionario real lo está buscando. Y, al encontrarse con Jesús, le pide que cure a su hijo, gravemente enfermo. Nos sorprende la respuesta de Jesús: “Como no vean señales espectaculares, no creen”. Unos y otros esperan un gesto maravilloso, que no llega.

Para Jesús, lo esencial es la fe en el Dios de la vida, la confianza en que hay que hay que hacer algo. Es importante no perder la esperanza. Y el niño queda curado, como respuesta a la confesión de fe del funcionario. Sin aclamaciones (no hay espectadores), ya que están solos Jesús y el funcionario real, que se entera (por boca de otros) que su niño está curado.

Agradecidos y sin alarde alguno el funcionario real y su familia creen en Jesús y su vida, desde ese momento, queda transformada.

El modelo cristiano, que nos presenta Juan, en la persona del funcionario real, es éste:

1° Cree en la palabra de Jesús, como palabra de vida eterna: “Puedes volver, tu hijo vive”.

2° Nos muestra una fe, no pasiva y estática, sino activa y dinámica, alegre y atenta a la palabra de Dios, para

ponerse “manos a la obra” y buscar al hermano, que necesite del milagro de la vida en el compromiso “día

a día”.

3° La fe itinerante, en camino, nos descubre los milagros diarios de Dios y nos exige ser misioneros

contagiando esta fe a los demás: “Creyó él y toda su familia”.

¿Cómo es nuestra fe? ¿Necesitamos milagros para creer? ¿Sigue Jesús, a través de su Iglesia, a través de cada uno de nosotros que nos decimos “sus seguidores”, curando enfermos, perdonando a pecadores, defendiendo a los débiles, asumiendo la causa de los pobres y anunciando la Buena Noticia de un Dios, Padre bueno y rico en misericordia?

Nosotros, al confesarnos creyentes y seguidores de Jesús, estamos llamados a dar en nuestra vida signos, que lleven a todos a la fe. Y, como Comunidad de Creyentes, debemos ser un testimonio, que lleve igualmente a la fe a toda la familia. Es así como recuerda la Comunidad de Juan los gestos salvíficos de Jesús, como signos inequívocos del amor de Dios, que ayuda siempre al ser humano a superar todo egoísmo.

Jesús nos echa en cara un grave defecto de nuestra religiosidad: porque muchas veces sólo creemos lo que vemos, no somos capaces de descubrir, de ver en lo pequeño e insignificante la magnífica obra diaria de Dios.