Juan 5, 17-30 

“El Hijo da vida a los que quiere”

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

El evangelio de hoy empalma con el de ayer. Persiguen los judíos a Jesús por haber quebrantado la ley del sábado. Jesús justifica su actuar con unas palabras, que agravan aún más la situación: llama Padre a Dios y se equipara a El, diciendo: “Mi Padre sigue trabajando y yo también trabajo”.

Para Juan, contra el parecer de los sinópticos, no intenta Jesús con la curación relativizar la ley del sábado. Más bien, intenta demostrar que su autoridad sobre el sábado le viene dada por su igualdad con Dios. En el relato de la creación del Génesis, Dios descansa el día que termina la obra. Por eso, el sábado, más que un día inactivo, debe ser un día de acción de gracias por el término de la creación por parte de Dios. Se nos manifiesta en la unión perfecta entre la acción creadora de nuestro Padre Dios y la acción salvadora de su Hijo, Jesucristo, el Señor. El amor y confianza, como manifestación plena y total del Padre al Hijo, son el fundamento de esa unión. La controversia sobre el sábado le sirve a Jesús para llamar a su relación con el Padre de comunión total. Así, lo que ve en el Padre es lo que El hace.

Esta comunión de Jesús con el Padre ha de ser vivida por nosotros, si nos decimos seguidores de Jesús y con El vamos haciendo camino, ya que somos la obra más perfecta, que ha salido de las manos del Padre Dios. Por eso, podemos concluir: “Quien no honra al Hijo, tampoco honra al Padre, que lo ha enviado”. Y así como el Hijo hace la voluntad del Padre, nosotros tendremos que hacer lo que nos diga el Hijo, Jesús. Y Jesús nos pide que anunciemos el Reino, que es vida. Nuestras comunidades, por tanto, y nuestras propias vidas deben ser signos en el mundo en la medida que apostemos por la vida. En los signos de Jesús se manifiesta la gloria, que es presencia de Dios en medio del pueblo. Cuando apostamos por la vida, estamos apostando por un Dios que se manifiesta especialmente donde la vida está amenazada. En frase feliz repetía Monseñor Romero que “la gloria de Dios es el pobre que vive”, pues El, como Jesús e Hijo de Dios, veía a Dios siempre cercano a la vida y luchando contra todo lo que la amenaza.

“Al caer de la tarde como decía san Juan de la Cruz-nos examinarán en el amor”.Y amaremos de verdad en la medida de nuestra fidelidad y obediencia al Proyecto Salvífico de Jesús, que pasó toda su vida haciendo el bien.