Lucas 17, 7-10 

"Somos unos pobres siervos"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

La parábola parte de la imagen de un pequeño labrador, que tiene un solo esclavo. Y el esclavo 

es parte de la propiedad de su señor, no así el jornalero, que se contrata por un tiempo.

El evangelio de hoy plantea el tema de la gratuidad de la fe. La comparación es 

aparentemente dura. El servidor -esclavo-, que cumple con su deber, no merece un agradecimiento especial de su
amo. La observancia de las exigencias del compromiso de fe NO ES, en primer lugar, mérito nuestro
Por eso, es no sólo posible sino necesario reconocer que somos "pobres siervos", o como dicen
algunas traducciones "siervos inútiles". Con esto se quiere afirmar con fuerza que la fe es ante todo 
un DON. Nuestra capacidad de vivir la fe, de cumplir "lo mandado" es también GRACIA. Por eso, la
afirmación de "inutilidad", de que somos pobres servidores, es perfectamente coherente con una fe
profundamente comprometida. La vida de fe es siempre un DON, que acogemos en la medida que
amamos a Dios y a los demás.
En consecuencia, paradójicamente, los siervos verdaderamente útiles son los que se reconocen
"inútiles". El acento puesto en la "inutilidad" (según los términos usados en este texto) busca realzar 
-con un giro de tipo muy hebreo- la gratuidad de la fe. Pablo lo sabe, él que recibió la gracia que lo 
hizo pasar de perseguidor a discípulo. Sólo los que viven y reconocen ese don pueden ser portadores
de la gratuidad del amor de Dios a los hombres. Por eso pueden ser verdaderamente útiles en la obra
del Reino.
Ellos están en contraste con los que se pavonean como maestros y no dan testimonio de amor 
con aquellos que, siendo más bien inútiles (en el sentido corriente del término), se creen útiles e incluso 
indispensables. 
La solidaridad, la honestidad y la verdad deben ser rasgos del discípulo. El evangelio nos recuerda
que somos seguidores, discípulos del Señor. La recompensa del creyente es la vida.