Mateo 25, 14-30 

"Has sido fiel en lo poco, pasa al banquete"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Me sirvo, para este domingo, del comentario de Gustavo Gutiérrez:

1º Dos posturas."

La parábola nos habla de dos actitudes: de quienes transmiten lo que han recibido de Dios y de quienes guardan para sí
lo que el Señor quiso darles. Además, eñ acento de la parábola está en el reproche a la segunda postura. Desde el
principio, en la imagen de la ausencia "del que sale de viaje" se recuerda la responsabilidad del cristiano en la
historia, responsable del anuncio del evangelio.

En la vida de todos los días, con sus buenos y malos momentos, con sus tensiones y conflictos, el discípulo de Jesús
tiene que dar testimonio de vida. Eso es lo que significa recibir los talentos. Hay que "mantenerse despierto". Así
lo hicieron los dos primeros servidores; su vigilancia se tradujo, además, en servicio, y, gracias a sus obras los dones
del Señor dieron frutos.


2º La verdadera alegría del Señor

Muy distinta es la actitud del tercer servidor de la parábola. Mezquino y pusilánime, pretende estar bien con Dios
"sin salir de su propio mundo". Piensa que la vida creyente es algo, que sucede únicamente entre él y Dios. Un Dios,
que considera demandante y severo, más amigo del castigo que del amor. No ha comprendido el sentido de las
exigencias evangélicas; las ha entendido como normas religiosas de observancia puntual y formal. Los demás,
aquellos que viven a su alrededor, no cuentan en su vida cristiana. La relación con ellos podría, incluso, ser peligrosa
para él; tal vez lo hubieran sacado del camino que se había propuesto e impedido cumplir con lo que él estima que son
sus obligaciones de creyente. Prefiere, por eso, no arriesgar y devolverle al Señor lo mismo que recibió. 

Así se siente más seguro; "está dormido", diría San Pablo.

Pronto sabá, y con él todos nosotros, que su pretendido camino bno lo llevará a la luz sino a las tinieblas. En su
mezquindad sino un Dios, que se mueve entre recompensas y castigos. El Dios de Jesús, en cambio, no se cansa
de amar libremente y de exigir continuamente. La gratuidad de su amor desborda los límites de nuestros

egoísmos y falsas seguridades. La fe no es una cosa, que se guarda en una caja fuerte para protegerla; es vida, que
se expresa en amor y entrega al otro. En los evangelios, tener miedo equivale a no tener fe. Entonces, ¿cómo amar
sin arriegar? ¿sin meternos en el mundo de los desposeídos, que luchan por su derecho a vivir?

Hacernos solidarios de ellos nos llevará a peligros y conflictos no previstos y, tal vez, a incomprensiones en nuestro
propio universo familiar y cristiano. Pero la parábola de los talentos nos enseña que una vida cristiana, basada, no en
la formalidad, la auto-protección y el temor, sino en la GRATUIDAD, en el coraje y en el sentido del otro, constituye
la alegría del Señor. Y LA NUESTRA.