Lucas 19, 1-10 

"Hoy tengo que alojarme en tu casa"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Todos conocían a Zaqueo en Jericó, como un hombre dedicado a negocios sucios y sin escrúpulos. Era Zaqueo jefe 
de publicanos y hombre rico. El publicano era un funcionario de aduanas y normalmente ladrón. Por eso en poco tiempo 
se hacía rico.

El ciego curado, que pide limosna, no tiene nombre. El rico, hoy salvado, sí, y se llama Zaqueo. Sólo los ricos tienen 
nombre propio.

Pensaban sus paisanos que Dios tendría que enviar a Zaqueo un duro castigo para que escarmentara. En vez de castigo, 
¡qué sorpresa!, Dios mismo se invita, viene a su casa y se hospeda en ella.

Al entrar en la ciudad, impulsado por el Espíritu de Dios, distingue Jesús a Zaqueo entre tanta gente y se fija en él. Comprende en ese momento que su encuentro con Zaqueo va a ser lo principal de esa etapa de su viaje. Con su presencia 

va a entrar la salvación en aquella casa y Zaqueo va a ser tocado por el Espíritu de Dios y salvado.

Zaqueo, como hombre rico, se siente envidiado y odiado por sus paisanos. Tiene las manos y, sobre todo el alma, 
manchadas por negocios sucios. Pero no todo es malo en él: por ejemplo, no ha perdido el sentido del bien y, sin hacer 
profesión pública de fe, admira al profeta Jesús. Por eso, como era bajo de estatura, se sube a un árbol para conocer 
de cerca a Jesús, que camina entre los suyos. Jesús rompe las leyes, cuando se trata de encontrarse con alguien, ya 
que para El es más importante el encuentro que la Ley. La llamada de Jesús lo revuelve por dentro. Lo recibe con 
inmensa alegría en su casa y lo invita a la mesa, como signo del cambio, que empieza a sentir en su interior. Por eso, 
está dispuesto a reparar de inmediato y con generosidad todo el mal hecho. Otra vez destruye Jesús el mal y salva al pecador. ¡EL DIOS QUE SALVA!

Así nos ofrece Lucas la belleza de una conversión radical. Con ello nos demuestra cómo Jesús busca a todos y para 
todos proclama la Buena Noticia. Y nos dice con detalle los pasos, que se dan en la conversión de Zaqueo. Son éstos:

-desea conocer a Jesús de cerca;

-para conseguirlo, se mezcla entre la gente, que sigue a Jesús;

-es capaz de hacer el ridículo, subiéndose a un árbol para no perderse nada;

-ante la llamada de Jesús, baja rápido del árbol y lo recibe en su casa;

-y termina con el compromiso serio e inmediato de devolver con creces lo robado, multiplicándolo por cuatro...

Sólo entonces afirma Jesús: "Hoy ha entrado la salvación a esta casa". ¿Seremos capaces nosotros, dejándonos 
conducir por Jesús y encontrándonos con El, de dar los mismos pasos de conversión, que dio Zaqueo? ¿A qué esperamos?