Lucas 19, 45-48 

"Mi casa es casa de oración"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Comienza el ministerio de Jesús en Jerusalén. Hoy se desarrolla en el Templo, es decir, en el corazón del poder económico, social, político y religioso del pueblo judío. Podemos distinguir:

-gesto profético/acción simbólica echando fuera a latigazos a los vendedores del Templo;

-oráculo 1° recalcando el carácter del Templo como casa de oración;

-oráculo 2° denunciando que han convertido el Templo en cueva de ladrones y bandidos: como

lugar seguro para asesinos e idólatras.

En este Templo enseña Jesús todos los días. Pero hay que tener en cuenta que, más que una enseñanza pacífica, 
se trataba de una confrontación profética con las Autoridades del Templo. De ahí que lo busquen para matarlo, porque les estorbaba cuanto decía y hacía contra ellos.

Jesús, al hacerse judío, pone en tela de juicio las actitudes religiosas de éstos, que no pueden asegurarles impunidad 
en el mal ni puede convertirse el Templo en refugio de malhechores.

Sólo necesita Lucas dos versículos para describirnos la expulsión de los mercaderes del Templo por parte de Jesús. Vemos en esta escena a un Jesús, lleno de ira. Lo cual no significa odio. Y la violencia, que usa (látigo, derribo de mesas, puesta en libertad de animales, suelta de palomas, etc.) no es una llamada a la violencia. Pero SÍ ESTA JESUS CONTRA 
UNA VIOLENCIA ESTRUCTURAL y la combate con todas sus fuerzas (como nos lo recuerda Medellín), violencia que ya entonces se daba en todo.

Pareciera que necesita Jesús purificar el Templo antes de anunciar la Buena Noticia. Ante este gesto, dos posturas radicalmente opuestas:

-el pueblo, que está pendiente de su palabra;

-los dirigentes, que traman acabar con él como sea.

Aunque nos duela, también nosotros necesitamos purificarnos. Y nos tienen que hacer bien estos gestos proféticos, 
que sacuden nuestra inercia histórica. También nuestra propia Iglesia necesita dejarse purificar por el Señor.

La intervención de Jesús en el Templo es, además, una llamada a cada uno de nosotros para que nuestra religiosidad sea 
más auténtica y sincera. El espacio y el tiempo sagrado deben convertirse en un encuentro fraterno de todos con Dios, 
que es Padre/Madre de todos.

Resulta curioso ver a Jesús enseñando por el día en el Templo y retirándose a orar por la noche en el monte de los Olivos. APRENDAMOS LA LECCION Y SEAMOS COHERENTES EN LA VIDA.