Lucas 20, 27-40 

"No es Dios de muertos sino de vivos"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Sólo en esta ocasión habla Lucas de los saduceos enfrentándose a Jesús. Forman ellos un partido aristocrático

y conservador. Casi todos sus miembros son de la casta sacerdotal, de la que se sienten dominadores, dueños absolutos. Niegan la vida en el más allá y, por lo tanto, niegan la resurrección de los muertos. Llegan a Jesús con un caso legal, pero reducido a lo ridículo y absurdo.

Llama la atención la calma/dignidad de Jesús en su respuesta, que es más la de un maestro de la Ley que la de un profeta enrabietado. Y, con su respuesta, les da testimonio de su fe en la vida futura y en la resurrección.

Al decir Jesús que vivirán como ángeles, no está negando la condición corpórea de los resucitados. Sólo pone el acento 
en que no morirán. Los santos son amigos de un Dios de vivos, no de muertos. Por eso Dios nunca pierde a sus amigos, que están vivos para siempre.

Es muy común entender mal el término resurrección de los muertos. A la hija de Jairo y a Lázaro, ya muertos, Jesús sólo 

les hace volver a la vida humana, que ya antes tenían: es decir, reviven, no resucitan. Muchos dicen que "tiene que haber algo después de la muerte", y que algo nuestro (el alma, decimos) sobrevive. Pero la resurrección no es sólo una supervivencia del alma (como algo nuestro) sino que es una transformación de toda nuestra persona. Por obra y gracia de Dios renacemos del mismo Dios. Muchos no lo entienden y están confundidos creyendo que vamos a recuperar nuestro cuerpo actual, tal como es ahora, lo que parece ridículo.

A VER SI NOS ENTENDEMOS: En nuestro seguir a Cristo día a día se va dando en nosotros una transformación. Vamos comprendiendo así las cosas de Dios de una manera nueva; se va dando en nosotros una nueva visión de la existencia y una conciencia renovada. Al mismo tiempo, se va desgastando nuestro hombre exterior y va creciendo (como dice San Pablo) el hombre interior. Día a día, por obra de Dios, se va construyendo una persona nueva. Esta es la que va a resucitar, es decir, se va a levantar nueva.

Y... claro, en esta vida nueva no vamos a tener las funciones biológicas propias de seres mortales, como comer, beber, 
sexo, etc. Dice Jesús que seremos como ángeles, es decir, seguiremos siendo humanos, pero, renaciendo, formaremos 
la comunidad salvada, la Jerusalén celestial. Claro que nos conoceremos todos y también todos gozaremos de Dios 
por el amor.

Lucas, que escribe para gentes de cultura griega (que creían en la inmortalidad del alma, como algo natural), precisa que la otra vida no es algo natural ni pertenece sólo al alma. Es un don de Dios para cuantos El juzgue dignos de entrar en esa otra vida eterna. Y, entonces, claro, son hijos de Dios, porque El los ha resucitado, es decir, los ha transformado, dándoles una forma más auténtica y plena que la de este mundo. Y, así, liberados del pecado, han renacido de Dios y viven para siempre.