Mateo 25, 31-46 

Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

1ª Desde la insignificancia.

La predicación de Jesús empezada en el evangelio de Mateo en el capítulo cinco con las Bienaventuranzas, dirigidas
a aquellos que siguen sus enseñanzas, finaliza ahora recordando lo esencial del comportamiento de los discípulos.

El Hijo del hombre, el Rey, vendrá a juzgar a las naciones. Su Reino no es un Reino de poder sino de servicio: "El Hijo
del hombre no ha venido a ser servido sino a servir" (Mt 20, 28). Ese es el criterio del juicio. Entrar al Reino, a la vida
definitiva, a la vida eterna, supone que el discípulo ha seguido los pasos del maestro en el servicio a todos y en especial
a los más necesitados.

Pero precisamente porque es vida eterna, no se limita más allá de la historia humana. No sólo es vida futura, es eterna,
es decir, de todos los tiempos, también del presente. Las exigencias del Reino llevan a dar vida hoy: dar de comer, dar
de beber, etc. Y esos gestos deben expresar la gracia, que Dios no ha hecho de su propia vida. De ahí brota que los 
destinatarios privilegiados sean los "más pequeños" y postergados, los "humildes". Y aquí Mateo usa el mismo término
que emplea para hablar de Belén, la "pequeña" ciudad de la que viene el Mesías. Así, cada pobre y olvidado es como Belén,
insignificante, pero de ellos viene el Señor a nosotros. Por eso, el texto nos dice que en el servicio al pobre servimos al 
Cristo de nuestra fe, y en la solidaridad con los más necesitados reconocemos la humilde realeza del Hijo del hombre. No
hay otro modo de "heredar el Reino", es decir, "el cara a cara definitivo con el Señor".

2º En la fiesta de Cristo Rey pueden servirnos estas reflexiones para "llevarlas" a la vida:

- El que trata al hombre como persona y se entrega a él, como Cristo lo hizo, y lo ama como Cristo lo está amando: éste cumple el Evangelio, se entrega a Cristo y da a Dios el culto verdadero.

- El que llora con el que sufre, da de comer al hambriento y de beber al sediento, hospeda al emigrante, viste al desnudo y visita al encarcelado... está unido a Dios en Cristo y es firme candidato al Reino de Dios.

- El que tiene hambre y sed de justicia y no descansa día y noche para que el hombre deje de ser lobo de su hermano... ése está unido a Cristo y compartirá con El la corona del Reino.

- El que trabaja por la paz, destierra de su corazón el odio, es manso y no agresivo... ése verá a Dios y disfrutará del banquete del Reino.

- El que cuando ama a Dios, ama al hombre; el que, cuando se acerca a Dios, se aproxima al hombre... ése sabe lo que dice y lo que hace y es bendito del Padre.

Si así lo hacemos, si así vivimos, tenemos el Reino de Dios en nuestras manos, porque lo que hagamos con el hermano pequeño, se lo estamos haciendo al mismo Cristo.