Lucas 21, 34-36 

"No se os embote la mente con el vicio"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

El texto nos habla de la "llegada" del Día del Hijo del Hombre. Jesús nos pide que caminemos con cuidado..

El que tiene una buena actitud podrá escapar el Día del Hijo del Hombre de todos los hechos catastróficos ya descritos en Lucas 21, 25-26. No sólo escapará de estos hechos, sino que estará delante del Hijo del Hombre. El Día del Hijo del Hombre 
es como un lazo. El que no camina con cuidado, quedará ese día enredado, entrampado, cazado.

El Día de la Parusía ciertamente es el último día, pero ese día, desde ya, marca toda la historia de todos los tiempos. Toda 
la historia está orientada hacia ese día y toda la historia debe estar preparada para vivir ese día. No sabemos si ese día será mañana o dentro de mil años. Lo que nos exige Jesús no es calcular fechas, sino estar siempre preparados.

Las actitudes, que nos pide Jesús para ese día, son actitudes para todos los días:

-actitud negativa: que no se nos nuble la mente.Tres ejemplos de embotar la mente: 

vicio, bebidas y preocupaciones por la vida.

-actitud positiva: estar en vela y orando para tener fuerzas en todo momento.

Estas actitudes, negativas o positivas, son dos maneras de vivir, son dos paradigmas de vida posibles. Vivir con la mente 
o con el corazón nublados o vivir vigilantes y en oración. El texto nos urge a optar, ya desde ahora, por uno u otro modelo de vida.

La Parusía de Jesús, además, se vive en cada instante en la comunidad, en el encuentro con el pobre, en la construcción del Reino de Dios. Hay miles de símbolos y sacramentos en la actualidad y en cada instante podemos vivir la Parusía del Hijo Hombre.

El sistema vigente tiene muchos medios para atrapar a las personas en sus interminables juegos de manipuilación. En la
época de Jesús el alcoholismo, el afán de riqueza, la prostitución y los juegos de azar eran las grandes distracciones.

El pueblo judío era muy celoso de sus leyes religiosas, que le permitían lo anterior, pero sucumbía ante la influencia de
las culturas foráneas centradas en el culto al poder y al placer. Las comunidades primitivas tuvieron que definir después
parámetros muy claros ante los vicios de la cultura grecorromana, que tenía grandes valores, pero adolecía de una
ambigüedad ética.