Mateo 9, 27-31 

"Ten compasión de nosotros"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Le llaman los ciegos a Jesús "Hijo de David" (propio y exclusivo de los judíos). Los ciegos pertenecen al sector del pueblo 
de Israel más bajo y pobre, doliente y necesitado de compasión. En cuanto Jesús les pregunta si creen que puede devolverles la vista, ellos -iluminados ya por dentro- se abren a un reconocimiento más profundo -la fe-, que les lleva a proclamar a Jesús como "el Señor" y a un acercamiento -en su caminar- hasta su casa.

No fue el simple contacto de la mano de Jesús sobre sus ojos, sino la fe, la que los cura. Una fe, que quiere decir 
confianza sin condiciones de que el bien, al final, vencerá al mal. Reconocen, creen así que Dios es más grande que 
nuestros males y egoísmos. Y que puede curarlos, superarlos. El, Jesús, sí que de verdad: "del mal saca bien".

La fe produce en los ciegos una liberación de las tinieblas. Nos recuerda el acto creador de Dios separando la luz de las tinieblas. Recuperan los ciegos la visión y Dios se recrea en ellos.

¿Por qué les exige Jesús que no divulguen el milagro? Porque no quiere falsa propaganda, ni que lo identifiquen con un simple curandero (tan numerosos entonces), ni que Le acepten guiados sólo por el interés de su poder benefactor.

Seguro que, más que la noticia del milagro, lo que intentan los ciegos divulgando el prodigio, que se opera en ellos, es que "si aquel pueblo se ponía en camino y lo buscaba", también -como ellos- encontrarían a alguien -Jesús- tan compasivo y misericordioso y tan poderoso que sería capaz de curar su ceguera y su sordera, asumiendo la defensa de pobres y oprimidos.

Así se nos recuerda en el Adviento que en Cristo, cuyo nacimiento ya estamos preparando, se cumplen las firmes esperanzas 

de la humanidad, las promesas al pueblo de Israel, los anhelos de bien y de amor, que anidan en el corazón de todo ser humano, que ama al Señor, y que entrega su vida al servicio de los más pequeños.

También hoy necesitamos abrir los ojos para ver las cosas de Dios. Con frecuencia nos excusamos alegando que encontramos dificultades insalvables, es decir, mantenemos los ojos cerrados. En otro Evangelio nos advierte Jesús 

"que es necesario tener un corazón limpio para poder ver las cosas de Dios". Necesario para ello:

1° Rectitud de conciencia. 2° Limpieza de los ojos. 3° Inocencia del corazón.

Sólo así podremos ver a Dios y conocer sus secretos. Pedir en la oración de cada día:

1° Descubrir al Señor y 2° que nos ayude a conocer los secretos del Padre.