Marcos 1, 1-8 

"Allanad los senderos del Señor"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Juan viene al mundo por obra de Dios. Nadie lo esperaba. Ni siquiera sus padres: su madre Isabel -era estéril- y su esposo
Zacarías, eran de edad avanzada. Al anunciar su nacimiento a Zacarías por medio de un ángel, Zacarías, incrédulo, queda mudo hasta el día del nacimiento de Juan.

Juan vive en el desierto, en desacuerdo con aquella sociedad inhumana, plagada de injusticias y desde el desierto grita
para que le oigan todos. Y a él acude gente de la provincia de Judea y de la ciudad de Jerusalén. Y aunque no decía cosas
halagadoras, su misión tuvo éxito, a pesar de que después muere decapitado.

Heredero de la más pura tradición profética, "iba vestido -como Elías- de pelo de camello con una correa de cuero a la
cintura". Es el representante y último eslabón de una cadena de profetas, que anuncian la tierra prometida: Jesús, el Mesías.

Su lengua era como espada de dos filos, hiriente y provocativa:"raza de víboras", que matan con veneno mortal y a traición, decía a los miembros de una sociedad de clases enfrentadas; "que los valles se levanten, que los montes y colinas se abajen"; su mensaje era de igualdad. Y cuando le preguntan: "¿Qué tenemos que hacer?", aconseja obras como ésta:

"El que tenga dos túnicas -símbolo de riqueza entonces- que dé una a quien no tiene, y el que tenga de comer, que
haga lo mismo". Si practicáramos hoy todo esto...

A unos recaudadores, que van a bautizarse, les dice: "N exijáis más de lo establecido", y a unos guardias, que se le
acercan, les recomienda: "No hagáis violencia a nadie ni les saquéis dinero. Conformaos con vuestra paga". Consejos
dignos para que los tengamos en cuenta hoy.

"Compartir justicia, no violencia", fue su mensaje. En todo caso, invitación a cambiar. Juan fue para su tiempo una
lluvia de justicia, una llamada a la conversión. Si pusiéramos en práctica su doctrina, otro gallo le cantaría a nuestra sociedad, que ha/hemos tomado la injusticia y el desorden como ley y norma de vida.

Practicando esta doctrina de igualdad y justicia y confianza en la promesa del Señor, los seguidores de Jesús
esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia. Esta es la esperanza, que nos mantiene firmes, sin
desfallecer, pensando que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día y que él no tardaré en cumplir
su promesa. 

. Rezamos en Adviento: "Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor, los hombres hermanos esperan tu voz, 
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.

Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén"