Lucas 5, 12-16 

Fiesta del Bautismo del Señor

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

"Se abrió el cielo y bajó el Espíritu Santo"


El Bautismo de Jesús es una nueva Epifania. Pasados los años de la vida en familia, se incorpora
Jesús al movimiento de renovación, iniciado por Juan Bautista. Quiere Jesús recibir el bautismo de
penitencia, no porque necesite conversión sino porque quiere Jesús asumir toda la realidad
humana, doliente y pecadora. Asi, entrando en el Jordán, carga con el pecado del mundo.


Con el Bautismo comienza la vida pública de Jesús. En la Liturgia de las Horas rezamos:
"Quiere Jesús bautizarse, / quiere lavarse en el río, / quiere lavar sus pecados 
en las aguas del Espíritu. / ¿Cuál es, Jesús, tu pecado? / ¿Qué hay en ti, que no esté limpio?
Mis pecados son los tuyos, / los tuyos que yo hago míos. / Yo quiero limpiar la tierra
con el fuego del Espíritu, / con el agua y con la sangre / de un corazón encendido."


Como un israelita más acude Jesús al llamado de Juan Bautista. Se sumerge en las aguas del Jordán
y recibe el bautismo de conversión, arrepentimiento y penitencia. Empieza a comprender Jesús
que está llamado para anunciar esperanza y gozo, una vida nueva. Y Marcos aprovecha el momento
para presentarnos a Jesús como el "Hijo amado". Con la fuerza de su palabra y con una esperanza
inquebrantable se enfrenta a toda la violencia del sistema injusto imperante.Y nosotros, bautizados en Espíritu Santo y fuego, ¿qúé significa para nosotros el bautismo, que recibimos de niños? ¿Lo recibimos sólo como parte de la herencia de nuestros padres? ¿Es el bautismo recibido para nosotros irrelevante, ahora que nos sentimos mayores? ¿Sigue siendo para
muchos bautizados una lejana noticia de los primeros días de su vida y, que después, nada les
recuerda de Cristo, ni de la pertenencia a una Iglesia/Comunidad? ¿Nos percatamos de lo ineficaces
que resultan tantas inquietudes pastorales de nuestros sacerdotes?


Si continuamos por este camino, ¿qué será de nuestro cristianismo en las generaciones 
próximas? ¿Y hasta dónde nos comprometemos los bautizados para transformar situaciones de dolor
y desesperación en situaciones de fe y esperanza?

Tenemos un origen divino: venimos de Dios, nos realizamos en Dios y encontramos nuestra plenitud 
en Dios. Aceptar el Don de Dios es recibir a Dios mismo como proyecto del hombre: lo que nos lleva
y nos exige entrar en comunión con El y entregarnos al servicio del que más lo necesite. Así nos
realizamos como hombres y como Hijos de Dios y a ser llamados, predilectos y elegidos del Padre.


"Jesús de Nazaret, hijo y hermano, / viviente en Dios y pan en nuestra mano,
camino y compañero de jornada, / Libertador total de nuestras vidas."
Y repetir con Tagore: "Dormía y soñaba que la vida era alegría.
Me desperté y vi que la vida era servicio. / Serví y en el servicio encontré la alegría."