Mateo 17, 22-27

Para no escandalizar, paga el impuesto

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Los discípulos se juntan inquietos en torno a Jesús, o más bien, todos los discípulos vuelven a 
encontrarse alrededor de él después de la separación de la Transfiguración. Desde ahora la pasión
y los sufrimientos de Jesús son inminentes: Jesús ve con claridad el fin que le espera y, por
tanto, de ello habla a sus discípulos. Mateo nos dice que Jesús va a "ser entregado", es decir, va
a ofrecer la vida, va a padecer a manos de los hombres y la consecuencia de ello es que "lo matarán".
Al igual que en los otros anuncios de la pasión, a la afirmación de la muerte, aquí también se anuncia
inmediatamente la resurrección. "y al tercer día resucitará". Se puede percibir en el tono de estas
palabras un contenido catequético y litúrgico de una profesión de fe viviva por las primeras
comunidades cristianas.


Una pregunta se dirige a determinar la actitud de Jesús frente al impuesto. Pero más allá de 
estas circunstancias, el texto indica las actitudes del cristiano frente a las mediaciones humanas
en el marco de su libertad filial.


Ya en la pregunta se plantea la distinción entre "los suyos" (sus hijos) y "los extraños" en las
disposiciones que, para el cobro de los impuestos, establecen "los reyes de este mundo". Estos,
ávidos de recabar dinero de las poblaciones conquistadas, sin embargo, eximen a los suyos de esta
obligación.


Jesús, de inmediato, imprime un giro decisivo a la cuestión. Los hijos del Reino, los que aceptan a
Jesús como Hijo del Padre, están libres del impuesto del Templo. Jesús los ha liberado de esta
obligación. Pero, como quiere evitar una ruptura, que exacerbe los conflictos con la atoridad religiosa,
señala un camino para cumplir con la obligación. Invita a Pedro a realizarlo mediante la práctica de
su oficio de pescador. El pez, encontrado por Pedro, es don gratuito de Dios, que le posibilita pagar
por sí mismo y por Jesús, ligándolo de esta forma más intimamente con El. Esta unión realizada en
la obediencia de la fe a la Palabra de su Maestro, exige de Pedro realizar el mismo camino de Jesús
hacia la Pascua. Esta produce la liberación plena del ser humano, lo constituye hijo de Dios y
capacita al discípulo para poder vivir esa libertad en medio del sufrimiento.