Marcos, 3, 7-13 

"Tú eres el Hijo de Dios"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Nos describe hoy Marcos cómo Jesús se retiró, seguido por sus discípulos, a la orilla del Lago de
Tiberíades. Vemos los cristianos este Lago como el Lago de Jesús, donde él mismo hizo tantos
milagros y en el que pescaban sus discípulos y desde sus orillas anunció repetidas veces la Buena
Noticia al pueblo sencillo, que le seguía. Y, como siempre, llegan hasta El gentes de todos los 
pueblos


En tiempos de Jesús, estar enfermo equivalía a ser maldito de Dios, a ser tenido como un 
endemoniado. Y, por tanto, separado de Dios por su impureza. Así, los pobres, al no disponer de
recursos, seguían enfermos de por vida y considerados siempre como malditos de Dios.


¿Qué hace Jesús? Destruir estas distancias sacando a los impuros de su situación de impureza y
curándoles. Así les devuelve la libertad para que puedan volver a integrarse en la sociedad. Pero, al
mismo tiempo, esto hace de Jesús un tipo peligroso para las autoridades al considerar iguales a 
puros e impuros, afectando -según ellos- así a la estabilidad de la religión judía.


Un peligro: Todos los impuros -para los judíos separados de Dios- deben ser curados. Pero 
corren el peligro de que su curación afecte sólo a la enfermedad exterior (física, del cuerpo) y no
llegue al interior. Entonces, como no se da el cambio interior, surge el triunfalismo fanático, que 
consiste en declarar a Jesús Hijo de Dios, pero asociándolo sólo a la fama o al poder terrenal.
Jesús no quiere que le descubran así, como Mesías triunfalista y poderoso, pues "su entrega al
hombre" la hace sin vanidad, sin buscar honores, sino silenciosamente. Importante este silencio 
para no caer en el orgullo.


Es éste el camino, que nos señala a los que decimos seguirle. Daremos así la vida por una
solidaridad efectiva con enfermos, pobres y excluidos. Y no caeremos en un mesianismo de prestigio,
de ventajismo e, incluso, de poder. Porque el camino de Jesús pasa por la cruz solidaria, llevada con 
amor y llena de esperanza en el cambio a mejor para todos.


Un aviso: No convirtamos el Domingo, que es día de gracia y de encuentro con la comunidad y con
el Señor, en un día de aburrimiento, incomunicación y pérdida de tiempo.
Un peligro: Desgraciadamente sentimos la tentación y caemos con frecuencia de hacer nuestra "la
liturgia sagrada" del sistema económico liberal y capitalista, que consiste en la visita a los grandes
Centros Comerciales para satisfacer nuestras ansias del consumir con las alienaciones e idolatrías
consecuentes.