Mateo 18, 12-14 

" Vuestro Padre no quiere que se pierda ninguno 

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

La parábola, que nos presenta el Evangelio, tiene una finalidad doble:
-quiere probar la misericordia de Dios con los pecadores (acontece después de la 
curación del paralítico al que también se le perdonan los pecados);
-demuestra el amor, que Dios tiene, especialmente a los pequeños. 
En nuestra sociedad parace admitirse como hecho irreversible que se den "ovejas perdidas
para siempre", es decir, campos de marginación concretos y permanentes:
-todo un mundo de parados, que no consiguen entrar en el mercado de trabajo;
-otros, que no han tenido la oportunidad de formación, educación, cultura;
-y un colectivo de emigrantes, obligados por el hambre a salir de su país, que se ven
rechazados y expulsados en todas partes.
En nuestras comunidades se dan también actitudes semejantes, cuando decimos:
-Total:"Sólo se trata de una persona".
-Y También: "Es imposible llegar a todos; lo importante es atender la comunidad".


La Palabra de Dios nos exige otras actitudes:
-"no resignarnos" ante alguien que queda marginado;
-"no autojustificarnos" , diciendo que "uno solo se ha perdido y que los 99 restantes están
- "a salvo". Decimos: "No hay motivo para tanto alarmismo."
Distinta es siempre la voluntad del Padre, que no consiste en:
-salvar a muchos (a 99 de 100),
-sino salvar a todos (también a ese uno, perdido, extraviado, de los 100)


Si la Iglesia pretende ser profética en nuestros días, tendrá que dedicar cantidad de atención,
energías y recursos a cuantos se encuentran marginados en una sociedad, que sólo valora a los
"grandes" y deshace, destroza a los "pequeños". Y tendrá que hacerse servidora de un pueblo, que
sufre y es despreciado, acompañándolo. Así se hará realidad: el consuelo de Jerusalén, el regreso
de los deportados, el premio por la paciencia y la esperanza.


Y veremos entonces cómo los brazos abiertos y amorosos de Dios, de Cristo -como Buen Pastor-
llegan a la oveja perdida para cargarla sobre sus hombros y hacerla libremente volver al rebaño.
Los discípulos (seguidores de Jesús) deben cuidar con diligencia y perseverancia a los más débiles
y pequeños de la Comunidad. Sólo así seguirán el ejemplo del Buen Pastor. Y se salvarán todos.